La carrera permanente hacia la obsolescencia

Bienvenidos a la era de la obsolescencia. El deseo insatisfecho es el motor del mercado tecnológico.

Publicado el 05 Ene 2017

Thomas Alba Edison

La felicidad es fugaz en un mundo tecnológico perfecto, porque lo perfecto es aspirar a lo último, a la última hornada de dispositivos fraguados en el laboratorio de ‘imasdé’ de un fabricante chino con poderío. Cuando se habla de que el usuario tiene el poder, que es quien define los modelos TI, pienso que nos están engañando ‘como a chinos’ (aquí no hay guasa). No escatimas unos cientos de euros para acceder al paraíso que te brinda Apple y con devoción te entregas a sus placeres. Pero estos son efímeros. Por algún lado surgen las goteras, que si la batería, que si el botón de encendido o la misma pantalla no tardan en dar problemas… Subirse al carro de la movilidad, disfrutar de los sistemas operativos inteligentes, tiene un precio que pocas veces se valora. La empresa de Cupertino prefiere darte una tableta nueva antes que repararla. La misma profesión de reparadores de equipos de televisión está en vías de extinción, por una dinámica de precios absurda.

Pienso que aspirar a tener lo mejor es como le sucedía al asno de la fábula, que perseguía una zanahoria que nunca pudo alcanzar. En la sociedad industrial, los automóviles, los electrodomésticos, los muebles… tenían un ciclo de vida lo suficientemente satisfactorio para los usuarios, que cuando optaban por renovarse era por puro aburrimiento. Pero ahora no hay tiempo para aburrirse, sino para sentir que te han vendido una hamburguesa cuando en el menú ponía chuletón. Espejismos digitales con los que satisfacer tu ansia de protagonismo de un mundo que no somos tan protagonistas como pretenden hacernos creer. La obsolescencia programada es la huida hacia delante permanente; un viaje a la deriva de unas directrices que se fijan en los departamentos de marketing. Que no te confundan con fuegos de artificio, son más bien fuegos fatuos de dispositivos que nacen muertos antes de nacer. La obsolescencia no es más que una muestra más de que la perfección no existe, porque ellos no quieren que sea una realidad. Se les acabaría el chollo.

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Rufino Contreras
Rufino Contreras

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