Me asusta la hiperautomatización que tanto ensalzan nuestros analistas de cabecera. Y mis argumentos no son de carácter inmovilista o tradicional, ni tengo aprensión a las aportaciones innovadoras de la tecnología; mis argumentos son casi, cómo explicarlo… fisiológicos. Voy a contar una historia personal, real como la vida misma, que sirva de parábola para tratar de aclarar mi tesitura.
Recuerdo cuando empecé a tocar la guitarra (virtud que por desgracia no me concedieron los dioses). Lo primero que nos enseñaron fue a tocar correctamente las cuerdas y a afinar de oído, usando los trastes correspondientes. Pero sucedió que una aplicación Tuna Guitar se impuso en la academia y todos prescindimos de calentarnos la cabeza si, al fin y al cabo, con un simple punteo íbamos regulando la cuerda siguiendo las instrucciones del móvil. De la misma manera, por Internet (la cuerda.net es un gran ejemplo) es sumamente sencillo acceder a los acordes de una canción, ahorrándote los juegos habituales de dominantes y subdominantes que rigen los principios de la armonía. Y más aún, con Chordfy el sistema te va adivinando los acordes según van sonando en YouTube, ahorrándote cualquier esfuerzo extra. Resultado: te conviertes en un guitarrista tecnodependiente, que no fuerza más de lo que debería… para qué aprenderte las canciones si en cualquier momento puedes acceder a las letras.
Somos cada vez más inseguros e inútiles, y las máquinas ya nos han comido un terreno muy valioso
Asimismo, resulta cada vez más complicado reforzar tus conocimientos de idiomas. Google Translate te acerca el milagro y cualquier vídeo puede subtitularse en castellano, sin que te suponga un trauma. Netflix, Amazon Prime Video o similares te permiten poner subtítulos a medida. Ya no precisas saber idiomas y, lo peor, ya no tienes por qué aprender nada, ya que las máquinas hacen ese trabajo por ti. Ahí radica mi miedo. Consultamos la Wikipedia para ganar apuestas con nuestros amigos de fechas históricas de las que ya no estás tan seguro, entregamos el volante a Google Maps y creemos más en el tiempo.es que a la borrasca que tienes frente a tu ventana. Somos cada vez más inseguros e inútiles, y las máquinas ya nos han comido un terreno muy valioso. Estamos a un salto de la irrelevancia.
