¿Son los viajes de realidad virtual el futuro del turismo?

Leïla Bouguetaia, directora comercial de Diabolocom en España.

Publicado el 21 Ene 2018

Leïla Bouguetaia, directora comercial de Diabolocom en España

Viajar lejos sin salir del salón de tu casa, vivir aventuras y sensaciones extremas sin correr ningún riesgo físico o teletransportarse a la cima del Himalaya entre dos reuniones en el centro de Madrid. Estas son algunas de las ideas para emocionar a los amantes de los viajes tradicionales. Si bien estas opciones no estarán disponibles mañana, lo estarán muy pronto. En busca de un nuevo impulso, la industria del turismo y los viajes se apoyará necesariamente en tecnologías como la realidad virtual, no solo para vender viajes, como ya es el caso, sino para crear nuevos productos. Estos productos pueden no ser exactamente viajes, sino algo a medio camino entre el “viaje inmóvil” y el videojuego del cual nosotros mismos somos el héroe, pero sin ningún riesgo.

En busca de un nuevo impulso, la industria del turismo y los viajes se apoyará necesariamente en tecnologías como la realidad virtual

Rumbo a destinos imposibles

La cantidad de lugares que ya no pueden visitarse está creciendo. Obviamente, pensamos en destinos desalentadores para los turistas por razones de seguridad, como las zonas de conflicto o las zonas particularmente expuestas al riesgo de atentados terroristas. Países como Egipto o Túnez han podido verificar cómo este tipo de amenazas pueden desviar a los turistas de un destino que hasta el momento era popular. Al no poder ir, ¿por qué no experimentamos productos que dan acceso, mediante la realidad virtual, a las joyas del patrimonio de países que están demasiado expuestos o a viajes que son demasiado arriesgados?

La misma receta podría aplicarse a entornos naturales o arquitectónicos que se han vuelto demasiado frágiles para soportar demasiados visitantes sin daños irreversibles. Estos sitios son cada vez más numerosos y regularmente, los gobiernos, las asociaciones y las organizaciones internacionales están haciendo sonar la alarma para tratar de proteger las “maravillas del mundo” de la presión turística. Ya hay medidas previstas, por ejemplo, para proteger la ciudad de Venecia, saturada de turistas y, sacudida por más de 500 enormes cruceros al año.

En otros lugares ya se está actuando. Por ejemplo, La Isla de Pascua (que pertenece a Chile), ha tomado la decisión desde 2011 de aceptar 100.000 visitantes anuales; la duración de las estancias también es limitada (a 60 días, que supera con creces el tiempo pasado por la gran mayoría de los turistas). El mismo tipo de política está vigente en las Islas Galápagos (que pertenecen a Ecuador) para proteger un ecosistema tan excepcional como frágil.

Un buen ejemplo en España es la cueva de Altamira, que ha restringido el acceso a una visita a la semana para cinco personas de 37 minutos de duración, con un estricto protocolo de indumentaria e iluminación, con el objetivo de conservar el arte rupestre de la cueva. Como alternativa, proponen la visita a la Neocueva, una fiel reproducción tridimensional de la cueva original.

A veces hay que ser más radical y optar por el cierre total para el público. Esto se ha hecho en Francia en la cueva de Lascaux desde 1963, y en la cueva de Chauvet, que nunca se ha abierto al público. A cambio, se han construido réplicas y el público acude a visitarlas, aparentemente sin grandes lamentaciones por no tener acceso a las cuevas originales. También es posible visitar Lascaux y Chauvet “virtualmente”. Se trata de una buena solución pero, en realidad virtual, la experiencia probablemente sería impresionante.

Hacia la inmersión total

Si tomamos como indicador la venta de dispositivos, podemos decir que el mercado de realidad virtual va por buen camino. Por primera vez, en el tercer trimestre de 2017, las ventas mundiales de dispositivos superaron el millón de unidades. Todavía no es una cifra apabullante, pero está creciendo rápidamente. Por supuesto, actualmente es el sector del videojuego el que tira del mercado, pero la realidad virtual ya se ha introducido en la industria, en el mundo hospitalario (para eliminar el estrés de los pacientes antes de una intervención y para tratar las fobias, ejemplo) y en la educación, que es indudablemente el sector donde más puede aportar. ¿Por qué no en el turismo de masas?

Por el momento, todavía estamos en los inicios de esta aventura y la realidad virtual se utiliza para la visita de hoteles o pueblos de vacaciones en una agencia. Pero el futuro reserva experiencias mucho más sofisticadas. Si creemos a Sophie Lacour, investigadora y directora general de Turismo Avanzado:

El futuro será la teletransportación. No físicamente, pero de acuerdo con la tecnología “háptica” (que se refiere al tacto y a la percepción del cuerpo en el entorno). Será posible sentir el sol, la arena y el mar desde el sofá. Mediante una “piel electrónica”, millones de personas podrán viajar conectadas de forma remota. Se trata de una forma de viajar que presenta una solución a la afluencia turística masiva.

La única incertidumbre real es el horizonte temporal en el que este tipo de oferta será real y, en segundo lugar, el modelo económico. Debido a que no será suficiente tener unas gafas de realidad virtual para hacer el gran viaje, se necesitará la segunda “piel” y probablemente muchos otros accesorios para vivir una “experiencia total”. Al principio, solo los grandes viajeros virtuales comprarán su propio equipo. Los demás podrán visitar los “complejos turísticos” más cercanos a su hogar, donde encontrarán todo lo que necesitan. Elegirán en una base de datos los destinos y temas de la aventura que quieren vivir, de acuerdo con su estado de ánimo y el tiempo que tienen. Esta es una buena noticia para los creativos de todo tipo: habrá trabajo para ellos, porque será necesario crear los contenidos de estos viajes virtuales y guiarlos. También habrá trabajo para geógrafos, historiadores, sociólogos, y naturalistas, para documentar todas las facetas de estos viajes.

Una opción podría ser el viaje mediante un intermediario. Mientras la persona que viaje realmente al destino sea una estrella de este nuevo sector, venderemos a precio de oro los derechos a vivir en directo, mediante sensores, lo que esa persona percibe. Probablemente se limitará el número de viajeros para subir la puja y luego se venderá a otros el acceso a alguna forma de repetición.

¿Se tratará de turismo o de ocio?

¿Acaso importa? La convergencia ha estado produciéndose durante décadas y se está materializando, entre otras cosas, a través de parques temáticos con mayor o menor presencia de la tecnología. El futuro presenta una mezcla de turismo y de ocio, con o sin hoteles, pero probablemente sin vuelos. Para los nostálgicos de los aeropuertos y los vuelos de larga distancia, podremos hacer que vivan este paso virtualmente: la tecnología de simulación de vuelo está a punto tras años de desarrollo.

Un pequeño consejo: si realmente te gusta viajar, hazlo ahora, físicamente, porque es posible que las generaciones que te siguen no puedan hacerlo por no tener el derecho (por razones ecológicas o de otro tipo) o los medios para ello. Nuestros hijos y nietos podrán visitar virtualmente todos los sitios del mundo, incluso aquellos que habrán desaparecido bajo las bombas o bajo el agua. ¿Tendrán la posibilidad de respirar, de verdad, el olor del bosque de madrugada o el de las especias en un bazar oriental? Es posible. Tal vez puedan componer o comprar aventuras olfativas, o es posible que los olores estén integrados en los “productos” de viaje virtuales a los que tendrán acceso. ¿Quién sabe?

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Redacción

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