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La guerra caliente



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La guerra cibernética ya no es la guerra de antes, cuando la guerra era como dios manda.

Actualizado el 4 jul 2023

Rufino Contreras

Redactor Jefe



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Antes había un campo de batalla y los ejércitos convenían día y hora para medir sus fuerzas. Respetaban las treguas para retirar los cadáveres y heridos del campo de batalla. Y al oscurecer, cada uno a su trinchera a descansar. Pero eran otros tiempos.

¿Qué es la ciberguerra?

Ahora en la guerra actual, en el entorno tecnológico, no sabes por dónde te vienen los enemigos. Cada vez está más extendido el ataque de falsa bandera, países que se amparan en el anonimato para atacar impunemente dejando falsos señuelos para incriminar a terceros. La identidad de los cibercriminales es un enigma casi imposible de descifrar y los delitos se diluyen en los abismos de la Deep Web.

Con la guerra de Ucrania se ha recrudecido la ciberguerra, especialmente los primeros días de la contienda (marzo de 2022) fueron complicados para las defensas de Kiev, pero siguen arreciando los ataques, con la inestimable colaboración de grupos ciberterroristas rusos y bielorrusos, contrarrestados por bandas ucranianas y hackers ‘libertarios’, con Anonymous a la cabeza. La OTAN publicó un manual de operaciones como advertencia a posibles atacantes, que deja la puerta abierta a ataques preventivos. La alianza atlántica manifestaba la necesidad de mantener a salvo los hospitales y otras instituciones humanitarias, así como las infraestructuras de suministro eléctrico para la población. Claúsulas que es improbable que se respeten, como está demostrando la guerra y como lo hacen los ataques permanentes a hospitales tanto en nuestro país como en el resto del mundo.

¿Por qué temer la ciberguerra?

Es muy difícil sustraerse a una visión catastrofista o apocalíptica, dadas las teóricas ‘facilidades’ que la tecnología brinda a los malvados a la hora de sabotear una central nuclear o una central química, con la devastación que podría generarse. Una ‘profecía’ que no es resultado de una histeria colectiva, sino que fue lanzada por el famoso fabricante de antivirus Eugene Kaspersky, que abandonó Rusia y ha centrado sus actividades en Suiza.

Al igual que los rusos mejoran sus armas convencionales, la contienda contra Ucrania ha tenido como protagonistas herramientas de ataque más nocivas, los temibles wipers, programas maliciosos cuya misión es borrar los datos de un ordenador de forma radical e irreversible.

¿Cómo funcionan los ciberterroristas?

Los grupos terroristas se mueven entre las sombras para financiarse, radicalizar e instruir a su comunidad de fanáticos. En la ‘guerra híbrida’ actual confluye la actividad de los propios Estados que hacen el uso del sabotaje a centros críticos (caso Stuxnet y la central nuclear de Irán) o de injerencias para influir en la política de un país concreto, (los correos electrónicos de Hillary Clinton robados por hackers rusos). En la ciberguerra actual hay países que no se sonrojan y cobijan a corpúsculos dedicados a saquear los bolsillos digitales de empresas y ciudadanos disparando ransomware a destajo.

Uno de los más conocidos es el grupo Conti, que ha sufrido cambios en la estructura organizativa, tocado en su línea de flotación por su vinculación con el gobierno de Putin. Tras sufrir el descrédito de la comunidad  ‘oscura’ y después de filtrarse datos internos, (un disidente opuesto a la invasión publicó datos de Conti destapando su funcionamiento como una empresa perfectamente engrasada orientada al cibercrimen), el grupo Conti cerraba sus actividades en junio de 2022. Sin embargo, sus efectos perviven reconvertidos en una estructura organizativa de red, más horizontal y descentralizada, con grupúsculos independientes como Blackbyte, Black Basta o Karakurt.

Qué es el hacktivismo

También tenemos al hacktivismo, que en principio no responde a los intereses de un país sino que se mueve por una ideología anticapitalista con anhelos anarcodigitales. Allá donde reivindicar una causa que considere justa, allá acude presto Anonymous.

Anonymous ha alcanzado la ‘gloria antisistema’ con algunas campañas sonadas. Como cuando puso en marcha la Operación ‘Free Catalunya’ y consiguió bloquear mediante ataques de denegación de servicio las webs del PP, el Tribunal Constitucional, y los ministerios de Economía y Fomento, allá por 2017. Anonymous también se ha significado durante la guerra de Ucrania, saboteando el yate particular de Vladimir Putin o emisiones televisivas, insertando vídeos de combates durante la transmisión en directo de informativos rusos.

En suma, los activistas tiran webs como rompen los cristales de un edificio, son más simbólicos que otra cosa y persiguen crear un clima de opinión contrario a las instituciones gubernamentales en cuestión.

Efectos de la ciberguerra

La ciberguerra busca la contundencia viral, inutilizar infraestructuras críticas, y desactivar países (Rusia lo hizo con Georgia en 2008 y 2014 con Ucrania, como consecuencia de la crisis de Crimea). La guerra de la información puede ser más agresiva cada vez, y hay a disposición otros armamentos de destrucción masiva como son la IA y el Machine Learning que, utilizados de una forma espúrea, pueden convertirse en demoledoras bombas de relojería. Las guerras ya no son lo que eran, ya dijo Einstein que la cuarta guerra mundial sería a pedradas. Pero de momento, controlar los mensajes, crear una verdad paralela (‘fake reality’) y envenenar a la opinión pública son las tendencias más pujantes, adobadas con ataques de mayor calado a infraestructuras y empresas. Y ahora, con ChatGPT y la IA generativa, crecen los temores pues los niveles de manipulación se pueden ir sofisticando a pasos agigantados. A nivel geoestratégico, la ciberguerra no puede considerarse algo aislado, sino que forma parte de una lucha más cruel y más profunda. Si hasta los noventa sufrimos una guerra fría, en estos momentos nos acosa una guerra más que ‘caliente’. 

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