El 4 de mayo se celebra el día mundial de las contraseñas con el fin de evangelizar a los usuarios por su seguridad y protección. Desde hace ya tiempo se viene hablando de un mundo sin contraseñas, algo que me parece tan utópico como una oficina sin papel y sin ordenadores personales, dos soportes que vienen dando por muertos conspicuos y sesudos analistas, pero que a los que no se termina de firmar el certificado de defunción.
Lo de las contraseñas viene de muy antiguo, si alguien no me cree, basta remitirse a las Mil y Una Noches y a Alí Babá y su banda de 40 ladrones que abrían su cueva del tesoro con el famoso ‘Ábrete Sésamo’. Pero ya las legiones romanas usaban una especie de tablillas para entregar las consignas en los cambios de guardia. Cuentan que, en Arabia Saudí, en el palacio de un sátrapa, los visitantes debían colocar la cabeza en un orificio y recitar la palabra clave. En caso de no decir la acertada, su cabeza era cortada de un tajo por el alfanje de un guardián impasible.
Por suerte, al encender nuestro ordenador e intentar acceder a Internet, no nos jugamos el pellejo. Pero sí corremos riesgos que debería ser bueno conocer y tener en cuenta. En algunos casos, personas que han perdido sus contraseñas no pueden hacer uso de su cartera de criptomonedas y recuperarlas supone un trámite engorroso en un laberinto online donde a veces no hay alguien detrás que pueda resolver tu problema. Sucede lo mismo con las redes sociales, cuya pérdida de identidad puede suponer una pesadilla.
También se habla de los gestores de contraseñas, una especie de caja fuerte que aloja todas las claves que vamos asignando a las diversas suscripciones, pero si alguien consigue la llave de esta cámara de seguridad queda a merced de los ciberdelincuentes. La biometría tampoco es perfecta a la hora de darle el relevo a la tradicional contraseña, es posible mediante sintetizadores de voz de inteligencia artificial saltarse las claves de un usuario al que le han robado unas palabras en un vídeo o en las redes sociales. Lo único que es seguro es que nada es seguro y que debemos cuidar nuestras contraseñas como esas joyas familiares de las que nunca nos gustaría desprendernos.
