PUNTO TIC: Somos esclavos del smartphone

Hasta el punto que controla nuestra estabilidad emocional

Publicado el 14 Sep 2020

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Siento que mi móvil me está devorando. Piensa por mí, me hace spoiler cruel de los resultados de la NBA y me dice el tiempo que hace sin que se lo pida. También me recuerda las cosas que hice ayer y los recorridos del mes pasado. Hasta me ha traído a la memoria fotos de un viaje de hace cinco años. Me asusta depender de él cada día más. Es una necesidad física. Ya no buscas la mano de tu pareja o de tus seres queridos, te palpas los bolsillos con desesperación cuando no percibes su presencia.

Lo habré dejado en el baño… en la entrada… en el autobuuuús. Momento de angustia vital, te da un vuelco el corazón, y por tu mente, como fichas de dominó, se caen las buenas vibraciones y tu karma se va al carajo: pierdo la agenda, mis podcasts imprescindibles, mis vídeos, mis correos del trabajo. ¡Es la ruina! Vete ahorrando 300 euros del ala. Pero siempre aparece -no sabes cómo ni por qué- en el lugar más imprevisible; tu subconsciente te la juega y hace que lo abandones en una esquina, en la que de haberlo hecho premeditadamente nunca hubiera sucedido.

Las pulsaciones se te estabilizan y te sientes de nuevo en equilibrio y una paz casi espiritual

Las pulsaciones se te estabilizan y te sientes de nuevo en equilibrio y una paz casi espiritual. Luego está la otra gran cuestión, ese principio de la Ley de Murphy (te odio, Murphy) que dice que la batería te va a fallar en el momento que más la necesitas. Te juro que todos los días vigilo el icono de la pila y que tengo el cargador siempre a mano, como si fuera mi cuñado.

Y sucede. En plena entrevista con el director general de la empresa más importante de la industria, se te va al garete o tienes saturada la memoria. Cómo me pude confiar, era la entrevista del año, la exclusiva soñada. ¿Qué hago ahora? Pues a tirar de oficio y teclear sin compasión, y demostrarle a tu móvil que te sobras sin su red de seguridad. Que siempre has hecho entrevistas a pelo y no necesitabas de ayuda adicional y creías en tus posibilidades. Pero ya te supone un sobreesfuerzo porque el móvil te va cubriendo de ‘inseguridad’, te va minando y aprisionando en una suerte de voluptuosidad egocéntrica, de la que cada vez es más difícil escapar.

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Redacción

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