Señores, los hombres las prefieren rubias, pero se casan con las morenas. Un axioma que cundió en la década de los cincuenta del siglo XX, que podríamos actualizar con el siguiente precepto: los usuarios prefieren Microsoft, pero se casan con Apple. Efectivamente, que levante la mano aquel que durante una reunión, casi de forma clandestina, no ha consultado su tableta o su iPhone, mientras en la presentación de PowerPoint se cantan las excelencias de tal o cual plataforma corporativa rival. Incluso, los periodistas hemos podido contemplar a usuarios furtivos de iPhone, profesionales de Microsoft y de otras compañías competidoras, que tienen en Apple su bestia negra. Hace poco, Alberto Ruano, director general de Toshiba en España y Portugal, contaba en petit comité que la industria le está dando vueltas para atacar de una forma definitiva el poder de Apple en el mundo de la tableta, donde ostenta el 60% de la cuota de mercado.
En su opinión, no tiene sentido lanzar un producto caro para desbancar algo que ya funciona. La clave tiene que estar en las aplicaciones y un sistema operativo (Windows 8). Parece que el momento propicio llega con Surface de Microsoft, la tableta que trae aires renovados y que llega con aspiraciones de sexta flota, para cortarle el paso a Ipad, a falta de otros competidores con agallas. Los ultrabooks de Intel son el otro frente que tiene que resistir Apple, en esta guerra de desgaste, pero su precio todavía es un inhibidor para aquellos que tampoco piden grandes prestaciones. La firma de Cupertino acaba de recibir un balón de oxígeno por parte de un jurado estadounidense que ha condenado a Samsung por copia de patentes, trabando su comercialización en el mercado estadounidense. En este caso, hay una víctima colateral que no es otra que Android de Google, que basa su expansión en el éxito de los dispositivos Galaxy de la firma coreana.
