El estrés es el enemigo del desarrollo profesional

La falta de habilidad para tratar con las nuevas tecnologías ha propiciado la aparición del tecnoestrés, un término acuñado por Craig Brod en 1984.

Publicado el 06 Mar 2001

El estrés es el enemigo del desarrollo profesional

Son muchas las ventajas asociadas a las nuevas tecnologmas mayor eficacia, alcance, productividad, etc., pero parece que no todo son bondades, sobre todo si se pone la atención en cómo afectan al estado mental e incluso físico de aquellos cuyo trabajo tiene una vinculación directa con ellas, que ya son parte misma de la vida.

La fiebre es generalizada, sobre todo ahora que cuando el usuario todavía no ha llegado a comprender la verdadera funcionalidad del último y probablemente inalámbrico invento que tiene en sus manos o la empresa no ha alcanzado a aprovechar todas las posibilidades que le llevaron a implantar la solución más avanzada, el mercado ya está ofreciéndole una nueva versión. Nadie está alejado de la sensación de que la tecnología va por delante y de que su capacidad para seguir el ritmo dominando la situación parece flojear frente a la avalancha y son sobre todo aquellos que mantienen un contacto mas estrecho con la tecnología quienes más sufren el síndrome del nuevo milenio el tecnoestrés, un término acuñado por Craig Brod en 1984 para referirse a

Un reciente informe de Informatizo Week alarmaba de que el porcentaje de quemados por el trabajo alcanzaba en la actualidad cifras asombrosas, mientras que la V Conferencia Internacional sobre la Interacción Humano-Ordenador servía de marco para la presentación de un estudio que apuntaba que la lentitud y la caída de los sistemas informáticos se contaban entre los factores principales causantes del estrés. La llegada de Internet no ha mejorado la situación; según un informe realizado por investigadores de la Universidad de Carleton y la Universidad de Ontario partiendo de una muestra de entrevistas realizadas a empleados del gobierno estadounidense, la mayoría de los trabajadores citaban las demandas que les llegaban vía correo electrónico como una de las principales fuente de estrés.

La problemática es compleja. El ritmo de innovación en el ámbito tecnológico obliga al aprendizaje constante; por otra parte, las TIC e Internet especialmente, provocan una sobreabundancia de información en ocasiones imposible de asimilar y, además, las nuevas posibilidades de movilidad dificultan el establecimiento de límites entre el trabajo y la familia, los amigos, el ocio , con el agravante de que este último en numerosas ocasiones también está relacionado con las TI.
El estudio Pegado a la pantalla una investigación sobre la adicción a la información, en el que se recogen las percepciones de 1.000 directores de empresas de todo el mundo sobre la información generada por la tecnología, señala que la sobreabundancia de información es una causa directa de tensión y estrés; si a esto se añade que este ámbito no se caracteriza especialmente por la simplicidad, baste con referirse a un estudio de Gartner Group en el que se apunta que el 43 por ciento del tiempo que los ciudadanos americanos dedican a los dispositivos electrónicos lo destinan a entender su funcionamiento, y que la mayoría de los directivos sufren un vacío en lo que a conocimientos tecnológicos se refiere, como se recoge en un estudio de Roper Starch Worldwide, el alcance del síndrome puede llegar a ser preocupante, no sólo desde el punto de la salud sino desde también desde la óptica corporativa se estima que las enfermedades relacionadas con el estrés suponen para las corporaciones americanas un gasto anual de 300.000 millones de dólares, una cifra que va en aumento.

Es evidente que la información motiva y estimula a las personas, pero hasta un punto, una vez superado este punto el cerebro se revela, los ordenadores son multitarea pero los cerebros humanos tienen un límite, si éste se sobrepasa se produce la parálisis de análisis como explica el psicólogo británico Davis Lewis, quien señala que en su forma más simple la sobreabundancia de información aumenta la irritabilidad y pone en peligro la productividad en el trabajo; lo cual no es nada, teniendo en cuenta que junto a las variantes menores del tecnoestrés, a saber, el ciberbalbuceo, abuso de la jerga técnica o de los códigos de grupos cerrados de usuarios sin llegar a dominar el lenguaje y el ciberbabeo, cuando se es incapaz de hablar sin evitar que en el discurso aparezcan los términos técnicos y la jerga de los ordenadores, hay estudios que hacen referencia a la indigestión, los problemas cardiacos y la hipertensión.
Según Craig Brod el tecnoestrés se manifesta de dos maneras distintas, aunque relacionadas en la resistencia a aceptar la tecnología de los ordenadores y en la forma más especializada de hiperidentificación con ella. Este último suele ser el caso de los profesionales del sector tecnológico, quienes, por otra parte, se cuentan entre los integrantes del principal grupo de riesgo de verse afectados por el tecnoestrés. Marisa Salanova y Rosa Grau, dos expertas titulares de psicología de la Universidad Jaume I de Cataluña, afirman que uno de cada tres trabajadores del sector tecnológico se ve afectado, en algún momento de su vida laboral por este mal.

Con los ciclos de vida del hardware y el software cayendo hasta los seis meses, los profesionales de las TIC se ven en la situación de mantenerse asimilando continuamente nuevos conocimientos con el sentimiento de que sus años de formación y experiencia apenas tienen valor ya que la tecnología verdaderamente importante es la que ellos todavía no conocen.

Frente a esta situación, tras casi veinte años de investigación y con el objetivo de mitigar los efectos negativos que las nuevas tecnologías pueden tener en el hombre, los expertos Larry D. Rosen y Michelle M. Weil, quienes han ampliado la definición de Brod para incluir cualquier impacto negativo en las actitudes, los pensamientos, los comportamientos o la fisiología corporal causado directa o indirectamente por la tecnología, han publicado Tecnoestrés tratando con la Tecnología en el@Trabajo@Hogar@Ocio, una obra en la que se recogen ciertos consejos para conseguir que sea el hombre quien conduce la tecnología y no al revés.

En primer lugar, Rosen y Weil aconsejan medir la competencia tecnológica por lo que se conoce y no por lo que se desconoce; en segundo lugar, señalan la necesidad de reconocer la importancia de cualquier pregunta para la persona que cuestiona al margen de si ésta resulta obvia para los tecnólogos, quienes deben entender cómo la resolución de sus dudas pueden eliminar su confusión y sus sentimientos respecto a la tecnología; la tecnología se aprende en pequeñas dosis y educar a los usuarios finales y a los gestores es un proceso continuo, siendo esencial hacer entender a ietos últimos la importancia de proporcionar al personal recursos, tanto humanos como materiales, para su formación tecnológica, apuntan las expertas; es igualmente necesario tener conciencia de ser una víctima de la locura multitarea sin por ello olvidar las prioridades y dándose tiempo para completar cada tarea antes de continuar y, por último, es imprescindible reservar algún tiempo para disfrutarlo alejado de las tecnologías, lo que permite mantenerse sano y no perder la perspectiva. Ir al cine, gastar una noche fuera de casa y dejar la tecnología detrás, recomiendan.

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Redacción

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