CRÓNICA

Computing visita la fábrica de supercomputación de HPE



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La fábrica se encuentra en Kutna Horá, a dos horas en autobús de Praga, la capital de República Checa

Publicado el 11 jul 2025

Mercedes Rodríguez

Redactora de Tecnología



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Si le preguntas a ChatGPT por Kutná Hora lo primero que te cuenta es que es una de las ciudades más bonitas de la República Checa, tanto es así que su centro histórico ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. También te dice que el nombre de la ciudad, que podríamos traducir como «la montaña excavada», viene de las minas de plata que hay en sus alrededores… pero lo que no te cuenta la IA de primeras es que aquí se encuentra uno de los mayores secretos de HPE.

Computing, junto a unos pocos periodistas internacionales, ha podido entrar en las instalaciones de la primera fábrica construida en Europa por la compañía de sistemas de computación de alto rendimiento (HPC) e inteligencia artificial de próxima generación. En este lugar se aceleran las entregas a los clientes y cuenta con soluciones diseñadas a medida de cada consumidor para avanzar en la investigación científica y reforzar la innovación.

Nada más llegar a la fábrica, los periodistas fuimos recibidos por Tereza Eibová, Manager Integration Centre y Petr Popovsky, Product engineer HPC. También nos acompañaba desde Praga Mark Armstrong, Vice President & GM EMEA: HPC/AI, HPE. Después de las presentaciones, avisarnos de que no podíamos realizar fotografías, ponernos por seguridad una bata, una toma de tierra en los zapatos y coger unos tapones para los oídos, llegó el momento de la verdad: entramos en la fábrica.

Foxconn: el «bebé» de HPE

La fábrica de HPE en Kutná Hora, conocida con Foxconn, cuenta con 96.407 metros cuadrados de instalaciones y en ella trabajan 1.500 empleados de FX y 55 de HPE. En cuanto a volúmenes de producción, al mes producen más de 30.000 servidores, 500 racks y más de 250.000 opciones diferentes.

En la visita guiada únicamente vimos una parte de la extensa fábrica, pero fue más que suficiente para contemplar la envergadura de la producción de Foxconn.

Como en cualquier fábrica, para que todo funcione de una manera eficiente y productiva, todo estaba delimitado por líneas de colores y hasta los empleados tenían una camiseta diferente en base a la función que desempeñaban: «así podemos localizar rápidamente a una persona de algún sector», contaba Tereza Eibová.

Cada paso del proceso de fabricación está bien pautado y los empleados no se separan de su «pistola» con la que escanean constantemente los códigos de barras de cada parte del producto. Cada caja, cada pequeña bolsa… absolutamente todo, tenía un código y, encima de ellos, una cámara de videovigilancia interna. Al preguntar a Eibová el motivo de tanta vigilancia en cada mesa, la guía respondió que se debía a cuestiones de seguridad por el elevado coste de los materiales y para ayudar a los ingenieros a hacer comprobaciones y a las inspecciones. Absolutamente todo queda filmado.

Automatización vs personalización: la gran sorpresa

En Kutná Hora encontramos 8 líneas de producción que dan 250 servicios. Lo que más nos llamó la atención es la carencia de automatización del trabajo: en cada paso de la cadena había operarios realizando tareas aparentemente sencillas de automatizar.

Sobre la cuestión de la automatización hablamos largo y tendido con los responsables de HPE. Todos esperábamos ver robots realizando alguna tarea básica. La respuesta que nos dieron ante esta cuestión tenía sentido: en HPE los clientes pueden personalizar hasta el extremo cada componente, esto provoca que si se automatizase habría que reprogramar continuamente las máquinas y no serían efectivas.

Una vez terminado el tour volvimos a preguntar sobre este tema a los responsables de HPE y nos contaron que «en las instalaciones de Kutná Hora, damos soporte a aproximadamente el 98% de la cartera de productos de HPE. Esto incluye millones de configuraciones de productos posibles, lo que hace que nuestras operaciones sean excepcionalmente complejas y altamente personalizadas. Si bien la automatización desempeña un papel fundamental en la fabricación moderna, lograr el equilibrio adecuado entre la automatización y la gestión de la complejidad es esencial en nuestro entorno. Evaluamos continuamente nuestros procesos e invertimos mucho en automatización donde aporta más valor, especialmente en áreas donde mejora la eficiencia, la consistencia y la escalabilidad sin comprometer la flexibilidad necesaria para ofrecer soluciones personalizadas a nuestros clientes».

Una vez convencidos sobre esta cuestión, continuamos nuestra visita.

Calidad elevada a la máxima potencia

Para HPE la excelencia es el motor de sus productos. Al ir escuchando la visita guiada nos quedó más que patente que esto es así; en cada eslabón de la cadena se realiza un test de calidad y se comprueba que no haya ni un solo error.

En la parte de integraciones y ensamblaje los operadores buscan hacer la vida más sencilla a las personas y eso conlleva superar elevados estándares de seguridad. Antes de juntar las piezas para ir creando un superordenador, cada elemento es testado a máxima potencia para garantizar que por separado funcionan a la perfección.

La Torre de Babel

Una vez superados los test de calidad, empiezan a construirse las «torres» de ordenadores que darán paso a lo que Eibová denominaba sus «bebés», es decir, los superordenadores.

En el viaje estábamos periodistas de varios países europeos y entre nosotros nos entendíamos en inglés y en francés; en varias ocasiones se nos vino a la cabeza el relato de la Torre de Babel que trata de explicar de una manera bíblica el motivo de la diversidad de lenguas. Al ver los superordenadores nos venía la certeza de la «victoria» ante este hándicap lingüístico. El idioma de la tecnología nos unía a todos.

Un dato bastante relevante es que la operaria que se dedicaba a conectar los cables entre ordenadores, a un ritmo normal tardaba unas 12 horas en colocar todos los cables y comprobar que todo estaba en su sitio. Este número de horas podía variar y aumentarse en función a las especificaciones de cada superordenador.

Tras montar el superordenador se vuelve a comprobar su funcionamiento unido. El test de la integración suele durar uno o dos días. Una vez que se ha superado esta prueba, otro operario revisa de nuevo los cables y ya sí, por fin, se colocan las carcasas externas de la supertorre.

Comienza el viaje

Cuando se ha terminado y revisado el superordenador y ya está listo para enviárselo al cliente, llega el momento del embalaje. Este paso se hace meticulosamente y con mucho cuidado para evitar cualquier tipo de problema en el transporte. Cada caja lleva unas etiquetas con una flecha de color rojo que, en caso de que haya algún problema, cambia de color y avisa a los transportistas. Cada superordenador puede pesar entre una y dos toneladas.

Una curiosidad que nos compartieron es que en más de una ocasión las empresas o algún gobierno han traído su propia seguridad para garantizar que todo era correcto en el embalaje. También ha habido clientes que proporcionaban su propia seguridad en cada paso para asegurar que no se introducía ningún USB en el proceso.

Desde la fábrica de Kutná Hora dan soporte a todo EMEA y envían los superordenadores a todos los lugares de esta región. En alguna ocasión, cuando han transportado a África, han tenido que desmontar la creación, mandarla en horizontal en avión y enviar a un ingeniero para que lo monte otra vez en vertical in situ.

Test y refrigeración

Los últimos minutos de la visita fuimos a ver cómo se realizaban los test. Nada más llegar nos invitaron a ponernos los tapones antes de entrar porque el ruido que salía de la «nevera» era ensordecedor.

En la sala de pruebas encontramos varias decenas de superordenadores conectados a la máxima potencia. Fue una experiencia curiosa entre el ruido, el aire que expulsaban las máquinas y la mezcla de calor y frío en el mismo metro cuadrado.

Para funcionar a máxima potencia sin calentarse los superordenadores de HPE se refrigeran tanto con agua como con un líquido (no nos facilitaron cuál era), utilizan las opciones ideales para los sistemas de alto rendimiento. De esta manera consiguen mantener a sus «bebés» a temperatura estable.

Cada superordenador pesa entre una y dos toneladas, por ello, la fábrica cuenta con un suelo reforzado para soportar el peso y con un circuito interno de agua entre los superordenadores y el techo del edificio para ayudar a enfriar el agua caliente.

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