La segunda oportunidad de la nube de Internet

A veces no se acierta a la primera, sino a la segunda. A mediados de la década pasada, voces como la de Larry Ellison propusieron una nueva era de la informática doméstica liderada por los llamados ‘PC tontos’.

Publicado el 03 May 2010

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Estos equipos carecían de almacenamiento interno y prescindían de aplicaciones, salvo una: un navegador de Internet. Los usuarios emplearían estos equipos para obtener de la Red los recursos necesarios en sus tareas cotidianas. La idea tuvo corto recorrido. No siempre el problema de una idea es la idea en sí, sino su oportunidad. Con Internet ganando ancho de banda, comenzó el despegue de la era 2.0, las redes sociales y los servicios web. Ahora, el término de moda es “cloud computing”, y lo importante es la capacidad de acceso a la Red. La “nube” de Internet se ha convertido en un gran almacén de recursos que permite a particulares y profesionales realizar cualquier tarea con independencia de su ubicación. Al trasladar a la nube las aplicaciones, los archivos y nuestro propio perfil de usuario, conseguimos en teoría mayor agilidad, rapidez y eficacia en la gestión de tareas.

Sin embargo, este fenómeno plantea retos importantes. El primero sigue siendo la disponibilidad, determinada, en buena medida, por la calidad de la conexión a Internet. Si tenemos en cuenta que el ADSL en España es notablemente más caro y de menor capacidad que en gran parte de Europa, veremos que el primer obstáculo exige una mejora de la oferta y de las redes de telecomunicaciones. Para el usuario, la experiencia debe ser tan ágil como si las aplicaciones estuvieran instaladas en su ordenador.

A lo anterior se une la importancia de los propios dispositivos de acceso. Influye no sólo el sistema operativo que se utiliza, sino también el contexto físico donde se interactúa. No es lo mismo navegar por Internet desde un iPhone que desde una pantalla de 21”.

Por último, el crecimiento imparable de las redes sociales ha supuesto un aumento de la complejidad en la gestión de nuestra presencia en la Red y de los propios recursos que utilizamos. En el primer caso, resulta habitual contar con perfiles en distintas redes sociales. Seguirlos y actualizarlos obliga a entrar individualmente en cada uno, y a hacerlo con regularidad, salvo que se cuente con algún sistema práctico para controlarlos desde un mismo punto. Lo mismo sucede en cuanto a los recursos: búsquedas online, correo web, noticias… El reto no es dar más servicios, sino contar con una consola que los unifique y permita su acceso y gestión de forma unificada.

¿Significa todo lo anterior que está llegando la hora final del PC? En absoluto. De hecho, nos dirigimos hacia un escenario de convivencia colaborativa entre los dos entornos: real y virtual. Cada uno responde a necesidades y situaciones diferentes, como la capacidad de almacenar archivos en modo local o utilizar aplicaciones complejas que precisan una alta capacidad de procesamiento. Si no fuera así, no se entendería la evolución hacia los sistemas operativos de 64 bits o la fuerte y sana competencia entre Windows y Linux.

Dicen que nunca segundas partes fueron buenas. En el ámbito de la tecnología, la realidad se empeña tozudamente en contradecirnos. Lo hizo con los móviles conectados a la Red, lo ha hecho con fenómenos como Twitter, y amenaza con repetir con los tablet PC. Internet y el concepto de nube son ya una realidad que confirma la regla.

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Redacción Computing

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