Nubes sobre la IV Revolución Industrial

José Manuel Desco es Managing Director en T-Systems Iberia.

Publicado el 21 Abr 2016

José Manuel Desco, Managing Director en T-Systems Iberia

Era 1798, solo 9 años después de la Revolución Francesa. Thomas Malthus publicaba entonces su ensayo sobre el principio de la población con una famosa predicción -que pasó a llamarse ‘Ley de Malthus’- según la cual la población se empobrecería progresivamente por crecer más rápido que los recursos. Se equivocó. Llegó la Revolución Industrial, la primera de ellas, y la máquina de vapor de James Watt eliminó de un plumazo la desesperanza. Se empezaban a tejer los mimbres de la sociedad capitalista del siglo XIX, uno de los siglos de mayor transformación de la historia.

El perfeccionamiento de las técnicas, las consecuencias sociales, el auge de la comunicación, la producción en masa, las economías de escala y el inicio de la sociedad de consumo terminaron por dar lugar a la II Revolución Industrial. Poco a poco se empezaba a intuir que solo las industrias creativas y capaces de adaptarse a los cambios conseguirían sobrevivir en aquel ente abstracto llamado ‘mercado’. Mucho tiempo después, terminando ya el siglo XX, los flujos en comunicación comenzaron a ser frenéticos consecuencia del desarrollo heredado de la Guerra Fría y la II Guerra Mundial. El mundo asistiría a una carrera tecnológica sin precedentes que culminaría con la conocida como III Revolución Industrial. Fue precisamente esa tercera fase la que daría a luz a un bebé al que se llamó ‘Internet’.

El bebé, hoy, se ha hecho mayor. La fusión de tecnologías está borrando los límites entre las esferas físicas, digitales, virtuales, reales, biológicas y sociales. La transformación es cada vez más tangible y marca una nueva era, una cuarta fase de la Revolución Industrial dominada por la gestión de datos, el ‘Internet de las Cosas’ y la hibridación de los diferentes planos de la realidad. Los términos son ya familiares: big data, cloud, inteligencia artificial, ciber, transformación digital.

La aversión al cambio es un fenómeno radicalmente humano, como también lo es la curiosidad, la creatividad y la capacidad de ensoñación con futuros cercanos. La población se divide siempre entre quienes adoptan los cambios con facilidad y quienes se resisten. Se calcula que dentro del primer grupo hay un 2% de innovadores, que son quienes propician e inventan los cambios. Un 14% -early adopter- los adopta rápido, y tras ellos viene el ‘abismo’, el punto que divide a la minoría innovadora del resto. Es precisamente ese 16% de la población el que exige innovación; el que no se resiste al cambio sino al inmovilismo.

Tras ellos llegan las mayorías, un subgrupo dividido, a su vez, en dos iguales (precoces y tardíos) que suman casi un 70% de la población. El 16% restante constituye el grupo de los rezagados, que son los que siempre llegan tarde y se resisten a abandonar lo que ya conocen y -creen- les ha funcionado hasta ahora. La suma de las mayorías con los rezagados, un 86%, exige fiabilidad, robustez y calidad antes que innovación.

La IV Revolución Industrial, como todas las fases anteriores, está liderada por unas minorías innovadoras que terminan arrastrando a los demás, aunque sea en el medio y largo plazo. Este estadio revolucionario en el que nos encontramos, sin embargo, ya está caracterizado por tecnologías que han superado el abismo del 14% innovador. Están ya en las mayorías, y son la gestión del big data y los servicios en la nube. El Informe Penteo 2015 ‘Highway to Cloud’ señala que un 97% de las empresas españolas, la práctica totalidad, ya tiene una parte de su tecnología fiada a la nube; aunque sea solo el correo electrónico. Su potencial para afrontar la necesaria ‘transformación digital’ de los negocios de hoy es ya una realidad incuestionable. El siguiente salto cualitativo es la posición estructural de los servicios en la nube dentro de su día. El uso de infraestructuras, almacenamiento o gestión de datos en la nube todavía está reducido a la primera mitad de la población con facilidad para adoptar cambios.

Hoy nadie encuentra una ventaja diferencial entregando su correo electrónico a la tecnología cloud. El verdadero valor añadido se encuentra en saber incorporar estructuras en la nube que simplifiquen y optimicen los procesos internos, mejoren el producto y promuevan la relación de la compañía con sus públicos. El desarrollo de una estrategia cloud clara, ambiciosa y adaptada supone hoy en día un elemento transversal y común para todas las compañías que quieran ser punteras en su sector; o por lo menos no quedarse atrás. La nube -el cloud- se configura así como una palanca de optimización que supone la diferencia entre evolucionar y seguir siendo competitivo o atascarse en un presente que cada vez huele más a pasado.

Son tres los modelos de servicios en la nube, dependiendo de la naturaleza de los servidores: público, privado e híbrido. Los tres han abierto una amplia oferta de soluciones para ofrecer a cada tipo de empresa el servicio que mejor se adapte a sus necesidades, expectativas y objetivos fijados. En España hoy prima el modelo privado, pero las tendencias apuntan a un mayor uso de los híbridos, que combinan servidores públicos con servidores privados.

Los procesos de transformación del mercado han acelerado de manera asombrosa, igual que las transformaciones sociales, políticas o tecnológicas. Los plazos de conversión se han reducido a un máximo de 5 años, generando un gap insalvable para aquellas compañías que no se encuentran en constante renovación. La constante renovación, en realidad, no es más que una suma de actitud corporativa y uso de las herramientas adecuadas para el nivel de flexibilidad requerido. Los procesos transformadores revierten en la optimización y eficiencia, por lo que la inversión siempre encuentra retorno.

Pero no hay nube sin seguridad. La seguridad es, de hecho, el segundo criterio que ponderan los CIO para elegir un proveedor u otro de servicios en la nube, tras el conocimiento técnico o expertise.

En España, en Alemania, en Europa jugamos con una ventaja sustancial, que no debe ser minusvalorada ni tomada a la ligera. La legislación europea -tanto comunitaria como la de los gobiernos nacionales- es infinitamente más garantista y atractiva que la estadounidense, rusa o china. La preocupación por la privacidad es una constante europea frente a los escándalos de espionaje estadounidenses o de otros países. Los servidores en suelo europeo tienen un plus de confianza, igual que los proveedores de naturaleza genuinamente europea; tanto por mentalidad como por protocolos de actuación.

Las tendencias históricas van siempre ligadas a la capacidad de adaptación. Esta IV fase de la Revolución Industrial deja, una vez más, un mundo nuevo y reinventado, caracterizado por conflictos que comienzan a jugarse en un ciberespacio intangible y tecnología interconectada. El cambio modifica los hábitos y los marcos, como todo patrón histórico, una constante que comenzó desde que el mundo es mundo.

Suban a la nube. Están a tiempo.

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Redacción

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