En pleno hype por la Inteligencia Artificial y su expansión a todos los ámbitos de nuestra vida, surge también la necesidad de detenernos un momento para analizar su impacto social. La velocidad de su desarrollo contrasta con la urgencia de garantizar que esta tecnología, llamada a transformar nuestra forma de comunicarnos y relacionarnos, integre desde el inicio una mirada inclusiva y representativa de toda la ciudadanía. Porque nadie puede quedarse fuera de esta revolución tecnológica.
En este contexto y con motivo del Día Internacional de las Personas con Discapacidad que se celebra hoy, la Fundación Juan XXIII ha lanzado la campaña ‘Inteligencia Artificial Inclusiva’. Protagonizada por miembros de la entidad, nos invita a reflexionar sobre el papel de la IA en la representación de la diversidad.
Esta iniciativa, de tono positivo, no señala a esta tecnología como un problema, sino todo lo contrario: reconoce su enorme potencial y defiende que su evolución debe incorporar la diversidad en todas sus formas, ya que una IA inclusiva no solo beneficia a las personas con discapacidad, sino a toda la sociedad, reduciendo sesgos y reflejando una diversidad real.
La campaña está formada por un vídeo y cuatro gráficas construidas a partir de prompts neutros y comunes, que no especifican rasgos físicos ni capacidades. Sin embargo, en muchas herramientas de IA generativa actuales, ese tipo de petición tiende a devolver resultados homogéneos y poco representativos de la diversidad social real. Eso es precisamente lo que representan estas piezas: el resultado de una IA que integra la inclusión de forma natural, sin necesidad de pedirla.
Pero la IA generativa es solo una parte del reto. La accesibilidad digital lleva años avanzando, pero la irrupción de esta tecnología revela una verdad incómoda y que obliga a las empresas a repensar cómo están construyendo sus modelos con IA: ningún sistema será realmente inclusivo si los datos con los que se entrena no representan la diversidad de quienes lo usarán.
Esto no afecta únicamente a la imagen generada por un modelo, sino también al funcionamiento de chatbots, asistentes virtuales o sistemas de clasificación que, cuando carecen de ejemplos de personas con discapacidad intelectual, baja alfabetización digital o personas mayores, acaban produciendo errores, respuestas poco comprensibles o interacciones que excluyen sin querer. Garantizar la inclusión en la IA implica, por tanto, acompañar toda la cadena de valor: desde el diseño y el entrenamiento hasta la validación humana de los resultados.
Y en este sentido, el área de Digital Data de Fundación Juan XXIII trabaja en esta dimensión mediante sus servicios HITL Human-in-the-Loop, con un enfoque que abarca la validación humana del contenido y respuestas generadas por IA y la corrección o validación del resultado, para que cumplan con los requisitos de lenguaje claro y adaptado como exige la IA Act (Reglamento Europeo sobre Inteligencia Artificial).
Este proceso genera además indicadores ESG verificables, al integrarse en su modelo HITLaaSS (Human-in-the-Loop as a Social Service), que combina calidad técnica y creación de empleo para personas en situación o riesgo de vulnerabilidad psicosocial.
La IA inclusiva no surge de forma automática: se diseña desde los datos, se entrena con diversidad y se valida con expertos humanos. Y recorrer ese camino de la mano de un partner experto, como el equipo de Digital Data de la Fundación, puede marcar la diferencia para garantizar que los proyectos de IA sean realmente inclusivos y cumplan con los estándares regulatorios actuales.
