Retorno a Big Blue

Volver al edificio emblemático de IBM en Madrid, junto a la carretera de Barcelona, siempre me suscita recuerdos de otros tiempos, idílicos, que hoy parecen propios del paraíso perdido.

Publicado el 02 Abr 2013

IBM
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Cuando entré en IBM a finales de los años ochenta como becario en el departamento de Prensa y Comunicaciones, regía la peseta y el sueldo que te abonaban te podía permitir aspirar a independizarte, eso sí, sin grandes lujos.

Más que una empresa, esta compañía era una institución, el lugar ideal para trabajar, con servicios médicos, ayudas en la adquisición de vivienda y otras ‘prebendas’ para los empleados. Han pasado los años, tras la saga presidencial de Azúa padre e hijo, le ha seguido una pléyade de primeros espadas de los que Marta Martínez es la actual heredera. Efectivamente, la fuerza cultural de IBM se respira todavía en sus pasillos, en el comedor y en la cafetería. Si bien, ya no tenemos delante aquel gigante azul de grandes computadores, que sufría el desgaste de los primeros clónicos PC compatibles o que se veía incapaz de competir con un sistema operativo que traía bajo el brazo un joven rebelde llamado Bill Gates.

Louis Gerstner, un hombre que provenía de la industria del tabaco, fue el visionario capaz de frenar la trayectoria de IBM hacia una costalada segura. En su momento traumático, el giro al ámbito de los servicios y el hecho de desembarazarse del hardware de volumen, fue el gran acierto estratégico. Esto ha permitido a la compañía mantener su velocidad de crucero, sin las aspiraciones de un acorazado rígido de movimientos torpes. En los últimos tiempos, la firma ha dado un paso acompasado y ha hecho virtud de las redes sociales corporativas para adaptarse a un entorno donde la colaboración es el mayor valor. Como periodista integrante en el sector, me alegra que las organizaciones puedan prolongarse en grandes proyectos y siento cada vez que enterramos a alguna por culpa del frenesí tecnológico del momento.

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Rufino Contreras

Rufino Contreras

Periodista con luenga experiencia en Tecnologías de la información. Vi alumbrar el primer ordenador personal y ahora soy copiloto de la IA (ahí lo dejo). Me inquieta y me apasiona la ciberseguridad, es necesario conocer las trampas del cibercrimen y con qué armas contamos para desarticularlo. Trato de conjugar la profundidad de los clásicos con los horizontes de la innovación. Ya lo dijo Apio Claudio: “El hombre es artífice de su destino”, y ahora más, gracias a la tecnología. Pero no olvidemos a Sócrates: “La técnica sin virtud no es nada.”
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