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Transformar los datos
En los últimos años, las empresas públicas han experimentado una expansión significativa en el volumen, la complejidad y la criticidad de los datos que manejan. Tanto en sectores como el transporte, la energía, la salud o la gestión del agua, la información digital se ha convertido en una pieza central del funcionamiento operativo. Sin embargo, muchas de estas organizaciones siguen trabajando con infraestructuras tecnológicas diseñadas para realidades que ya no existen. Ante la creciente sofisticación de las amenazas informáticas, el aumento de la demanda de servicios y la necesidad de tomar decisiones más ágiles, la modernización de los sistemas de gestión de datos no es una opción deseable, habiéndose convertido en un requisito estructural para garantizar su sostenibilidad y eficacia a medio y largo plazo.
Podemos decir que el enfoque moderno parte de tres pilares fundamentales: escalabilidad, seguridad e inteligencia
ALFREDO GARCÍA, NETAPP IBÉRICA

Tradicionalmente, las empresas públicas almacenaban datos en formatos estructurados y entornos centralizados. Pero ese modelo ha quedado superado. Hoy, las fuentes de información se han diversificado: sensores conectados a infraestructuras críticas, dispositivos móviles de empleados en campo, plataformas en la nube, redes de datos ciudadanas y un largo etcétera. Esta multiplicidad de orígenes y formatos ha generado un entorno de gestión de datos mucho más dinámico, pero también más difícil de controlar con sistemas antiguos. Lo que antes podía organizarse en centros de datos físicos bajo reglas fijas, ahora exige elasticidad, automatización y seguridad distribuida para funcionar con eficacia.
Nuevos desafíos
Los sistemas heredados no están preparados para dar respuesta a estos nuevos desafíos. En muchos casos, se trata de arquitecturas fragmentadas, poco integradas y con escasa capacidad de adaptación. Además de limitar la eficiencia operativa, su mantenimiento implica costes crecientes y vulnerabilidades críticas en materia de ciberseguridad. Las empresas públicas se encuentran, por tanto, ante una decisión estratégica: seguir manteniendo entornos tecnológicos que dificultan su evolución o apostar por infraestructuras de datos modernas que les permitan operar de forma más ágil, segura y orientada al futuro.
La actualización tecnológica no debe entenderse sólo como una mejora técnica. Es una transformación que impacta directamente en la capacidad de cumplir con los objetivos de servicio público, puesto que una infraestructura moderna de datos permite escalar los sistemas de forma orgánica, integrar nuevos tipos de información sin fricciones y aplicar mecanismos avanzados de protección de datos que respondan a las amenazas actuales. Además, estas plataformas permiten utilizar herramientas de inteligencia artificial y aprendizaje automático para automatizar tareas, generar análisis predictivos y tomar decisiones basadas en datos en tiempo real.
Tres pilares
Podemos decir que el enfoque moderno parte de tres pilares fundamentales: escalabilidad, seguridad e inteligencia. La escalabilidad permite ampliar recursos a medida que crecen los volúmenes de datos o se incorporan nuevos servicios, sin necesidad de rediseñar los sistemas desde cero. En paralelo, los mecanismos de seguridad de nueva generación incorporan cifrado persistente, segmentación lógica, políticas de acceso dinámico y capacidades de respuesta automática ante amenazas. Por su parte, la inteligencia aplicada a los datos transforma estos entornos en sistemas proactivos, capaces de anticipar necesidades, detectar anomalías y optimizar recursos con base en patrones de uso.
Algunas empresas públicas ya están cosechando beneficios tangibles tras iniciar este proceso de transformación. Por ejemplo, organizaciones encargadas de redes de transporte han reducido drásticamente los tiempos de recuperación de información ante incidencias, gracias a plataformas de almacenamiento inteligente. Otras, responsables de infraestructuras urbanas críticas, han comenzado a utilizar sistemas de análisis basados en IA para mejorar la distribución de personal técnico en labores de mantenimiento o respuesta ante emergencias. Estos avances han permitido mejorar la eficiencia operativa y han reforzado la confianza en el servicio público, al ofrecer respuestas más rápidas y coordinadas ante situaciones de alto impacto.
Pero para avanzar hacia esta modernización hay que recorrer un camino y adoptar una estrategia clara y sostenible. El primer paso debe ser una auditoría rigurosa de los sistemas actuales, que permita identificar cuellos de botella, riesgos potenciales y limitaciones operativas. Con esta base, cada empresa pública podrá diseñar una hoja de ruta realista que priorice las áreas más críticas, pero este proceso no debe hacerse de forma aislada: la colaboración con empresas tecnológicas especializadas permite incorporar experiencias de vanguardia, acelerar procesos y acceder a soluciones que han demostrado su eficacia en otros contextos. Los datos ya no son simplemente registros administrativos. Son herramientas fundamentales para diseñar políticas públicas, planificar recursos, anticipar demandas y mejorar la calidad de vida de las personas. Las empresas públicas tienen en sus manos una oportunidad decisiva: pasar de modelos reactivos a










