El sector TIC está ávido de una feria que lo represente y le sirva de gran emblema, huérfano como está de aquel histórico Simo, que fue el gran paraguas durante más de cuatro décadas, y que acogió a sectores incipientes de un país en pleno desarrollo. Una vez que Simo acabó su cometido, y quedó enfocado al mundo de la educación, la industria española ha seguido buscando su ‘caballero blanco’ con el que aglutinar y reconducir las conversaciones entre los diferentes agentes de este negocio. Entonces (hace dos años) llegó a Madrid el Digital Enterprise Show,que se presentaba como catalizador de la transformación digital. Pero claro, su carácter internacional se materializaba en tarifas de más alta magnitud, lo que ha espantado a más de una compañía patria con presupuestos más reducidos.
Luego está el MWC, que se ha erigido en el gran encuentro mundial con Barcelona como sede en los últimos años, aunque tiritando ante la posibilidad de que emigre a Dubai o París, como efecto colateral del Procés catalán. Este mes ha sido Aslan 2018, que dentro de su cauce sectorial y de nicho, está consiguiendo atraer la atención de cada vez más empresas. Más de cinco proveedores consultados durante el evento han mostrado su satisfacción por el retorno que les ofrece Aslan y el impulso que ha tomado en los últimos tiempos. La decisión de su anterior presidente, Jesús Pampyn, de reconvertir la feria en congreso está cosechando los resultados deseados por la asociación.
Ahora bajo la batuta de Markel Gruber, el centro de datos ha cobrado mayor protagonismo y más peso, gracias a la integración del espacio de EnerTIC. Esta feria ha recibido por tanto un espaldarazo, y pese a sus cifras modestas ha conseguido una buena valoración cualitativa. Una buena señal de cara al futuro, en un sector cada vez más necesitado de eventos con los que identificarse para satisfacción de todos los agentes del ecosistema tecnológico.