A partir del fatídico 2020 el mundo ha cambiado y tanto organizaciones como ciudadanos nos hemos visto empujados a un escenario nuevo e inquietante. El suelo se mueve bajo nuestros pies y tenemos que ser ágiles para reaccionar ante la incertidumbre que se plantea ante nosotros. El auge del teletrabajo, la vuelta a una nueva normalidad y la necesidad de asimilar un entorno híbrido donde se concilien las facetas personales y profesionales hacen que el CIO se enfrente a una nueva cancha de juego, donde hay que reaccionar con reflejos y flexibilidad antes las circunstancias cambiantes. La tecnología está preparada para afrontar los cambios, pero son las empresas las que tienen que dar un volantazo cultural, fuera de su entorno de confort, y de su inercia corporativa.
La cruel guerra de Ucrania y las derivadas del suministro del gas, tras los sabotajes de Nord Stream, la escasez de los chips, la inflación galopante, la crisis medioambiental que nos envuelve, el terror ante una posible conflagración nuclear, las convulsiones sociales y políticas… son factores exógenos que pueden impactar en el devenir óptimo de los negocios.
Nos encontramos en una cuerda floja, pero con grandes oportunidades por delante, el mundo se desmenuza entre nacionalismos bárbaros y grupos oscurantistas que usan el cibercrimen para sus más abyectos propósitos. Pero no hay que encender las alarmas, hay que ser cautos y conscientes de que la razón está de nuestra parte. El bien debe situarse en el eje de nuestras actuaciones con la tecnología como principal baluarte. Sostenibilidad, igualdad de género y ética IA son los nuevos retos de las organizaciones que aspiran a liderar el futuro. Y el CIO tiene su parte de protagonismo.
