Informe CORA: las cosas de palacio

Cuando se puso en marcha la Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas (CORA) todo fueron parabienes de la industria tecnológica.

Publicado el 06 Abr 2015

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Al mismo tiempo, se nombraba el primer CIO de la Administración General del Estado, Domingo Molina, encargado de poner orden en el patio, gestionar los recursos y optimizar las sinergias de los distintos ministerios y racionalizar las compras públicas. Tras los primeros aplausos, se produjeron los primeros encontronazos. Algunos subdirectores no estaban de acuerdo con rendir incondicionalmente la plaza. Por otro lado, el nuevo CIO de la AGE no disponía de las credenciales oficiales necesarias para imponer su criterio. La misma indefinición de CORA, -que en un principio colgaba de presidencia y que fue finalmente asimilada a Hacienda- no hacía sino complicar la tarea. En este estado de cosas, con una tarea ciclópea por delante y con parte de sus homólogos de uñas, Domingo Molina ha tenido que remar contra viento y marea. Y los primeros frutos ya se están empezando a dar.

Por fin tras un año y medio de deliberaciones, se conoce la primera adjudicación del contrato de telecomunicaciones con Telefónica como la gran beneficiada tras hacerse con el lote 1 correspondiente a la red multiservicios, el lote 2 para servicios móviles y el Lote 3 para Internet. BT se ha tenido que conformar con el lote 4 para la red internacional. Las suspicacias están servidas, toda vez que la operadora española ingresará unos 100 millones de euros durante los cinco años de duración del contrato, y sus principales oponentes, Vodafone y Orange, quedan fuera del banquete. Domingo ya se puede poner una primera medalla, pues los expertos fiscales hablan de que la adjudicación ahorrará al Estado más de 150 millones euros. En el Ministerio de Hacienda deben de sentirse satisfechos, pero sólo los proveedores TIC seleccionados tienen motivos para la alegría. Esta política de concentración de suministradores produce unos ahorros iniciales, pero deja a muchas compañías fuera de juego y lejos de la tarta. Y son las pymes tecnológicas españolas las que corren peligro.

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Rufino Contreras
Rufino Contreras

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