…y de las nuevas tecnologías donde se desmoronan nuestras referencias éticas. Al menos, es la conclusión que extraigo de la conferencia que ha impartido en Madrid el filósofo Pekka Himanen, que se ha despachado a gusto afirmando que el hacker es un “creativo que aporta valor a la sociedad”.
Habrá que ir quitándole la etiqueta de pirata al hacker (al que Pekka distingue del pernicioso cracker). Desde su punto de vista los hackers son personas que se dedican a programar con pasión, comparten información y elaboran software gratuito. El autor de ‘La ética del hacker y el espíritu de la era de la información’ explicó que “la ética del trabajo para el hacker se fundamenta en el valor de la creatividad y consiste en combinar la pasión con la libertad”.
Pero todavía llega más lejos, en la empresa del futuro que quiera llegar a una gran parte de la sociedad ha de cambiar su corporativismo en aras de una cultura mucho más creativa y generosa. “El dinero dejará de ser un valor en sí mismo y el beneficio se cifrará en metas como el valor social y el libre acceso, la transparencia y la franqueza”, arengó proféticamente. Esta visión idílica del hacker, que cundió sobre todo en la década anterior, se contrapone a la actual visión que se nos ofrece del mundo del malware, en el que existe todo un sindicato organizado activo nada altruista y cuyos fines no son precisamente muy éticos.