Las redes sociales enganchan más de la cuenta. Empiezo a notarlo desde que me instalé la app de LinkedIn en el móvil, aunque ya llevaba largo tiempo usando Twitter y Facebook. Hay un dicho en baloncesto, que cuando cuelas una canasta tienes un subidón, pero cuando das la asistencia al compañero, el clímax es compartido. Siento que esta sensación próxima al placer se produce cuando das un me gusta a Cristina San Mateo López en uno de sus microcuentos, que religiosamente lleva publicando diariamente desde el 18 de julio de 2012; o cuando Alberto Iglesias Fraga no deja de parir artículos de tecnología.
No habría espacio para mencionar tantos compañer@s con los que compartes sus momentos: Aldo Lucero, mi compadre argentino de batallas juveniles, Víctor Fernández Correas, el novelista de la Jara dejando pinceladas de historia en su muro, el polemista Marcos Sierra Clemares incitando siempre al debate, o el instructivo Alberto Payo, con sus autovídeos de ayuda tecnológica. Da envidia la forma en que se encuentra ese runner impenitente que es Pedro Fernandez de Cordoba de Córdoba, que hace kilómetros como churros o el humor de Antonio Crespo, la originalidad de planteamientos de Eva Toussaint Mateos, la crítica mordaz de Monica Hidalgo Pernas, el buen rollo de Paloma Torres Montero, las reflexiones poéticas de Inma Elizalde Ramos o la simpatía eterna de Solange Cummins.
No me olvido de Mar Carpena y su ternura o de la sapiencia de Enrique De Pablo Domingo, ni de los increíbles viajes de Miguel Matías-Barreiro, que me deja la baba colgando cuando nos muestra sus fotos inverosímiles, o las proezas de mi cuñado David Yeves, escalando los picos más complicados. En Facebook todo es exhibición, pero tiene mucho de compartir sueños y momentos mágicos. Cada cual asume las redes sociales a su manera y opta por su protagonismo adaptando su ingenio y su forma de ser. A muchos les gusta ser protagonistas, tal vez en exceso, otros por el contrario se conforman con su papel de espectador. Otro grupo reniega de ellas, no les quito la razón, pues yo pensaba igual que ellos hasta que me picó el virus ‘social network’ y caí en la más mórbida adicción.