Todos somos conscientes de que el mundo en el que vivimos hoy no se parece en nada al de hace diez o quince años. Y podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la evolución tecnológica ha sido determinante para activar esa profunda transformación. Actualmente, vivimos en un estado de disrupción tecnológica permanente sin precedentes, donde las tecnologías digitales tienen un efecto transversal, pues pueden afectar a toda la economía, como lo hicieron en su día la máquina de vapor o la electricidad.
Pero, la evolución tecnológica no solo incide en la economía, sino que afecta a casi cualquier actividad del ser humano, condicionando nuestra manera de trabajar, de vivir el ocio, el deporte, las relaciones sociales, las gestiones administrativas, el comercio, el transporte, el turismo, etc. En definitiva, estamos presenciando una verdadera revolución cuyo proceso es imparable, irreversible y que nos afecta a todos: ciudadanos, empresas y Administraciones Públicas. En este contexto, podemos afirmar que la transformación digital y la innovación son dos factores determinantes para la competitividad de la economía, e imprescindibles para los procesos de internacionalización de las empresas.

Por este motivo, es muy importante liderar el proceso de digitalización, ya que, en caso contrario, no seremos competitivos. España debe aspirar a situarse entre los países que lideran estos procesos en Europa, sobre todo, si tenemos en consideración que Europa ha perdido protagonismo en este ámbito respecto a Estados Unidos y el eje Asia-Pacífico, quedando como tercer actor en el panorama internacional. El indicador que mide el grado de digitalización de los diferentes países europeos (DESI) nos sitúa en una posición intermedia, y lo mismo ocurre a nivel mundial; algo a todas luces insuficiente si queremos tener una economía sólida, competitiva y con vocación internacional.
En lo que se refiere a la investigación y el desarrollo, tampoco alcanzamos los niveles que por tamaño e importancia corresponderían a nuestro país, con cifras de gasto en I+D como porcentaje del PIB muy por debajo de la media europea (1,2% frente al 2%). Lo mismo ocurre en innovación, donde España se sitúa en el grupo de países que la Comisión Europea define como innovadores moderados.
La preocupación no debe ser dónde nos encontramos ahora, sino dónde estaremos en el futuro
Sin embargo, la preocupación no debe ser dónde nos encontramos ahora, sino dónde estaremos en el futuro. Dada la situación actual, es imprescindible actuar a dos niveles. Por un lado, creando las condiciones necesarias que permitan a nuestras empresas realizar ese esfuerzo extra que nos sitúe en el grupo de países que lidera este proceso. Por otra parte, sensibilizando a nuestro tejido productivo sobre cuánto nos estamos jugando con la digitalización y la innovación (el ‘ser o no ser’ en el futuro), especialmente en el ámbito de las pymes.
Plan Digital 2025
Para conseguir que España ocupe el lugar que queremos y entendemos le corresponde, es fundamental que se ponga en marcha una Estrategia Digital a nivel país, algo que no tenemos desde el año 2013. Conscientes de esta necesidad, en CEOE hemos elaborado el Plan Digital 2025, que pretende ser una hoja de ruta para la digitalización de la sociedad española y que se asienta sobre tres pilares básicos: formación, emprendimiento e innovación. En conclusión, la apuesta de los empresarios españoles por la digitalización y por la innovación es firme y decidida, por entender que es la manera de mejorar la competitividad de nuestra economía y de impulsar los procesos de internacionalización de nuestras empresas. En definitiva, la mejor manera de seguir generando progreso y bienestar para la sociedad española.