Vivimos en una sociedad cada vez más conectada. Desde el suministro eléctrico hasta el agua corriente, pasando por los trenes, los hospitales o el acceso a Internet, todos estos servicios esenciales están gestionados por infraestructuras críticas. Pero ¿somos conscientes de lo que podría suceder si alguien logra acceder a sus sistemas informáticos y los manipula, los bloquea o simplemente los apaga?
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¿Qué es un ciberataque a infraestructuras críticas?
Un ciberataque a infraestructuras críticas es cualquier acción maliciosa que busca comprometer, interrumpir o controlar los sistemas que gestionan servicios esenciales. Estos ataques no sólo buscan generar caos, pueden tener motivaciones económicas, políticas o incluso militares. Un ejemplo claro fue el ataque con ransomware al oleoducto Colonial Pipeline en 2021, que paralizó el suministro de combustible en Estados Unidos durante días.

Los ciberataques a infraestructuras críticas pueden ser ejecutados por delincuentes organizados que buscan beneficios económicos, pero también por actores estatales que persiguen fines estratégicos
JORGE LUIS CARRERA, DEKRA
Los sistemas industriales (ICS/SCADA), que operan centrales eléctricas, plantas de tratamiento de agua o redes de transporte, son especialmente vulnerables si no están adecuadamente protegidos. Desde apagar una red eléctrica hasta alterar la calidad del agua o manipular el tráfico ferroviario, las posibilidades de daño son reales… y alarmantes.
¿Quién está detrás de estos ataques?
Los ciberataques a infraestructuras críticas pueden ser ejecutados por delincuentes organizados que buscan beneficios económicos, pero también por actores estatales que persiguen fines estratégicos. Algunos ataques buscan simplemente espiar o robar información; otros, sembrar el caos o enviar un mensaje geopolítico. El objetivo no siempre es visible, pero el impacto, sin duda, lo es.
¿Cómo protegernos ante esta ciber amenaza?
Afortunadamente, existen soluciones. Aquí indicamos cuatro claves, como la segmentación de redes, ya que no todo debe estar conectado a Internet. Aislar los sistemas críticos reduce drásticamente las vías de ataque. En segundo lugar, un control de accesos: contraseñas robustas, doble autenticación y permisos mínimos necesarios deben ser la norma, no la excepción. También, por supuesto, una monitorización continua, pues la identificación de comportamientos anómalos en tiempo real puede marcar la diferencia entre un susto y una catástrofe. Y en cuarto lugar, la concienciación y capacitación del personal. No podemos olvidar que muchos ataques comienzan con un simple correo malicioso. Formar a los equipos es tan crucial como la tecnología.
En los últimos años, los gobiernos europeos han empezado a legislar con más firmeza en este ámbito. La normativa más relevante en este sentido es la directiva NIS2, cuyo periodo de transposición por cada estado miembro terminó en octubre de 2024. Esta ley obliga a las empresas que prestan servicios esenciales, como las del sector energético, el transporte o la salud, a tomar medidas concretas de ciberseguridad, a gestionar adecuadamente los riesgos y a notificar cualquier incidente grave a las autoridades. La NIS2 busca mejorar la resiliencia general en la Unión Europea, fomentando la colaboración entre estados miembros y elevando el nivel de protección común. Sin duda, esta normativa marcará un antes y un después en la manera de entender la ciberseguridad en Europa.
Los ciberataques a infraestructuras críticas ya no son una amenaza futura: son una realidad del presente. Proteger las infraestructuras críticas no es solo responsabilidad de los técnicos o los legisladores, sino que es una responsabilidad compartida de todos nosotros.
Proteger lo invisible es hoy, más que nunca, proteger lo esencial.