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En el reino de las Big Tech… llegó ChatGPT
Existe una apreciación general sobre las Big Tech como conglomerado de poder, dominadores absolutos del cloud y definidores de las tendencias de IA generativa actuales. Se suele hablar en el ámbito corporativo de los tres hiperescalares, una especie de Santa Trinidad (Amazon, Google, Microsoft) que está en todas las salsas, formando parte de acuerdos y alianzas con integradores, fabricantes y desarrolladores. Dando un salto geoestratégico, los consultores estadounidenses forjaron el acrónimo GAFAM, donde se añadían al club Apple (rey del glamour y de los dispositivos personales) y Facebook (ahora Meta), queriendo reflejar un sello de primacía, con gran fuerza marketiniana y global. El inefable Elon Musk (dueño de Tesla y XSpace) no quería quedar fuera de este olimpo de techmagnates y compró Twitter a un precio desmesurado, que luego marcó a fuego con su X fetichista. Mientras tanto se iba gestando una bomba de racimo que desestabilizaría este reparto apacible de poderes. Y ese percutor no es otro que OpenAI que alumbró ChatGPT el 30 de noviembre de 2022, un lanzamiento que quedará inscrito en el libro de las grandes efemérides tecnológicas.
Génesis de OpenAI
Pero sería bueno detenerse en los orígenes de OpenAI que datan de 2015, con un elenco de fundadores de primer nivel: Sam Altman (como líder estratégico y CEO), Elon Musk (principal paganini, donante de 44 millones de dólares), Ilya Sustkever (el gran cerebro ruso-canadiense de la IA) , Greg Brogman (CTO y líder tecnológico) o Wojciech Zaremba (experto en machine learning con raíces polacas). Sus principios fundacionales se basaban en una entidad sin fines de lucro (non profit) que perseguía ‘domesticar’ la Inteligencia Artificial en beneficio de toda la humanidad. La idea era propiciar una creación segura, abierta y distribuida de forma equitativa, en suma, democratizar la IA. Por entonces, la AGI o IA General, capaz de razonar y tener un aprendizaje autónomo se preveía muy lejana, pero ya causaba recelos entre los expertos por el potencial de riesgos que puede conllevar.
Pero estos sueños altruistas se fueron por la borda. La startup no podía vivir del aire, y no eran pocos los recursos que requiere alimentar esta voraz devoradora de datos. Como primer paso, en 2019, se creó una división independiente (OpenAI LP), abriéndose a un beneficio limitado (capped-profit) con la idea de recibir inyecciones de capital por otras fuentes, si bien limita las ganancias de los inversores y todo el excedente va a parar al apartado non profit original.
(En un ejercicio de nadar y guardar la ropa, en mayo de 2025 OpenAI anunció su intención de convertir la entidad con ánimo de lucro en una Public Benefit Corporation (PBC) con el fin de facilitar el acceso a activos financieros de mayor volumen).
Musk rompe la baraja
En cualquier caso, el hechizo se rompió, y surgieron las primeras disensiones entre Elon Musk y Sam Altman. El dueño de X acusó a su antiguo cófrade de traicionar los principios fundacionales de OpenAI y en 2018 abandonó la compañía aduciendo “conflicto de intereses”. Cinco años después reconocería que cometió un grave error: “fui un gigantesco idiota”, pero los demonios ya estaban desatados y la relación entre ambos siguió en franco deterioro.
En 2024 Musk volvió a la carga contra OpenAI en una demanda judicial en la que añadía a su inicial acusación de traidor a la causa la de haberse convertido en una rama de Microsoft y de crear una IA con fines crematísticos y alejada de los intereses de las personas.
Empiezan las hostilidades entre Musk y Altman
Sam Altman se defendió con uñas y dientes, “en 2017 supimos que desarrollar la AGI nos iba a costar más de 100 milllones de dólares al año”, una cantidad ni prevista en sueños en el momento de la fundación. En ese momento, según la versión de OpenAI, Elon Musk trató de hacerse con el control total de la compañía o fusionarla con Tesla. El mismo Musk llegó a afirmar que la “fusión con Tesla era la única posibilidad para poder competir con Google/DeepMind”.
Esta atmósfera rara no tardó en volverse contra Sam Altman que fue fulminado por videoconferencia , como mandan los cánones. Pero fue tal el revuelo y la presión ejercida por Microsoft (el business angel de Altman), y una carta firmada por los propios empleados, que en menos de 24 horas fue repuesto en el trono y se renovó el comité directivo, con ejecutivos más afines, reforzando su peso en la compañía.
Microsoft es el inversor más grande y significativo de OpenAI. Ha invertido un total de más de 13.000 millones de dólares desde 2019; aunque en la actualidad se habla de ciertas desavenencias, aunque esto es harina de otro artículo.
Al hombre más rico del planeta no le quedó más que la pataleta de crear xAI (julio 2023), con el fin prometéico de ‘comprender la verdadera naturaleza del universo’ alejado de los intereses espurios de OpenAI y Google DeepMind, más mundanos y apegados al negocio del capital. Su criatura Grok nació con un espíritu irreverente y humorístico, se apoyaba en la potencia de cálculo de Tesla y con todo el universo X de Musk. Grok ha logrado posicionarse en el ámbito mediático pero su cuota de mercado no llega ni a un famélico 1%, mientras que ChatGPT campea con una participación del 80% (Stockylytics), aunque sufre cierta erosión por el éxito de su hermano bastardo Copilot en el entorno corporativo.
Musk lidera una oferta para comprar OpenAI
Será por esta irrelevancia de Grok, será por ese espíritu de gallo de corral impenitente o por una avaricia sin límites, el caso es que Elon Musk respiró hondo y convenció a un grupo de inversores (Baron Capital Group y Emmanuel Capital) para lanzar en febrero de este año una oferta para recuperar el ‘codiciado’ OpenAI por 9.740 millones de dólares. La gresca estaba servida. Sam Altman tiró de sarcasmo con el siguiente twit: “No, gracias, pero compraremos X por 9.740 millones de dólares si quieres”. A lo que Musk replicó: “Estafador (swindly)”.
Ambos magnates se han instalado en polos opuestos, sus encontronazos no acaban aquí. Otro caso sonado fue cuando el por entonces flamante presidente de EEUU Donald Trump anunció su proyecto Stargate con una inversión privada de 500.000 millones de dólares en una infraestructura nacional de inteligencia artificial liderada por OpenAI, Oracle y SoftBank, con el fin de construir centros de datos y las capacidades eléctricas necesarias. Musk, recién nombrado asesor del presidente, sembró dudas: “No tienen realmente el dinero. SoftBank tiene menos de 10.000 millones asegurados”. Y Altman rápidamente le respondió: “es erróneo, como seguramente sabes. En Texas puedes visitar uno”. Y apelando al patriotismo, le increpó ladinamente: “sé que lo que es bueno para el país no siempre es óptimo para tus empresas; pero en tu nuevo rol, espero que pongas a EEUU primero”.
Últimas broncas, que no pare la fiesta
Si Altman dice blanco, Musk dice negro. Como cuenta John Hyatt, analista de Forbes: “Durante el último año, la disputa entre los pesos pesados de Silicon Valley, Sam Altman y Elon Musk, ha derivado en ataques personales, ataques en redes sociales y demandas”. Musk hace escarnio de su rival motejándole en tono grotesco de ‘Scam Altman’ o ‘Swindly’. El atacado golpea asegurando que un tipo como Musk no puede ser feliz, “toda su vida se ha desarrollado en una posición de inseguridad”.
La guerra no se acaba en calentones dialécticos. El CEO de OpenAI está invirtiendo en varios sectores que tocan la línea de flotación de algunas empresas de Musk. Así, está financiando una startup llamada Merge Labs, que busca desarrollar interfaces cerebro-computadora para conectar las mentes humanas con dispositivos electrónicos. Este proyecto es un competidor directo de Neuralink, la empresa de implantes cerebrales de Elon Musk. Merge Labs está en proceso de recaudar 250 millones de dólares, y se espera que una parte importante de esa inversión provenga de OpenAI.
Con carácter mediático, (¿por qué será que a los ‘big techers’ les priva el control de las redes sociales?), OpenAI está trabajando en una nueva plataforma que competirá directamente con X de Musk, que tiene 600 millones de usuarios, mientras que ChatGPT estaría en los 700 millones semanales. Este tema apunta como una fuente más de polémica, ambos ya se han acusado mutuamente de manipular algoritmos a su antojo.

Altman, tras los negocios de Musk
Pero la parte del león no queda aquí, Altman también dirige su objetivo hacia Tesla. El negocio paradigmático de Elon Musk vive un momento de transición, con una caída de las ventas del 15% en el segundo trimestre y un giro drástico a la inteligencia artificial y la robótica (el millonario tiene puestas sus esperanzas de futuro en los robotaxis).
En esta tesitura, OpenAI no está cruzada de brazos. Tras invertir en un proyecto frustrado Ghost Autonomy que aplicaba modelos LLM e IA multimodal para mejorar la conducción, se ha involucrado desde dentro en una nueva tecnología que podría mejorar “mucho más” (asegura) la conducción autónoma en vehículos estándar que los enfoques actuales. A diferencia de Tesla, que ha acumulado años de datos de conducción reales, OpenAI podría estar explorando vías alternativas como la simulación avanzada y los datos sintéticos para entrenar sus sistemas.
Su nueva apuesta se llama Applied Intuition, firma con la que ha empezado a colaborar desde este junio pasado. A diferencia de la inversión en Ghost Autonomy, que se centraba en la tecnología para el vehículo en sí, está orientada a la interacción entre el conductor y el vehículo. El objetivo es que los vehículos se comporten de manera similar a un «smartphone sobre ruedas», con capacidades de inteligencia artificial conversacional y sensible al contexto.
Futuro y ciencia ficción
Y aunque suene a Julio Verne, XSpace también está en la diana. A través del fondo Hydrazine Capital, OpenAI ha invertido en Longshot Space, una tecnología que en vez de motores a propulsión, utiliza un cañón gigante que funciona con gas a alta presión.
Con todos estos mimbres no les va a faltar motivos a nuestros dos héroes para seguir soltándose mamporros a discreción. Al contrario que Rick y el Capitán Renault en ‘Casablanca’, “Altman y Musk están condenados a una larga enemistad”. Enemigos para siempre.
HIGHLIGHTS
ChatGPT como punto de inflexión → El lanzamiento de ChatGPT en 2022 rompió el statu quo de las Big Tech y marcó un antes y un después en la carrera de la inteligencia artificial.
Fundación altruista de OpenAI → OpenAI nació en 2015 como organización sin ánimo de lucro, con Musk como uno de los principales financiadores, y con la misión de democratizar la IA en beneficio de la humanidad.
Ruptura entre Musk y Altman → Musk abandonó OpenAI en 2018 por conflictos de intereses y desde entonces acusa a Altman de traicionar los principios fundacionales y de someter la empresa a Microsoft.
Batallas públicas y legales → La rivalidad entre ambos se ha traducido en demandas, ataques en redes sociales y choques mediáticos, con Musk llegando a bautizar a Altman como “Scam Altman”.
El encontronazo con Stargate → Musk cuestionó la viabilidad financiera del megaprograma de infraestructura de IA de 500.000 millones de dólares liderado por OpenAI, a lo que Altman respondió acusándole de poner sus negocios por encima del interés de EEUU.
Competencia cruzada en múltiples frentes → OpenAI invierte en sectores estratégicos que compiten directamente con Tesla, Neuralink, X y SpaceX, mientras Musk impulsa xAI y Grok para intentar plantar cara al dominio de ChatGPT.








