Índice de temas
Inteligencia artificial, no hay retorno
Cuando ya han pasado casi tres años de la eclosión ‘violenta’ de ChatGPT, y estamos en un nuevo estadio con la IA Agéntica captando la atención y desarrollo de empresas tractoras de esta tecnología como Salesforce, Oracle o IBM, el debate sobre sí o no a la inteligencia artificial desde el punto de vista de su implantación, resulta baldío.
Mucha gente habla de burbuja, restándole importancia y la rebajan a una simple herramienta que mejora la productividad. También se amparan en el famoso informe del MIT sobre el retorno de la inversión en inteligencia artificial generativa: «Las empresas han destinado entre 30.000 y 40.000 millones de dólares a este tipo de iniciativas, pero el 95 % de ellas no han generado aún un retorno medible en sus cuentas de resultados. Solo alrededor del 5 % de los proyectos de IA integrados logran extraer valor tangible, alcanzando beneficios de millones de dólares».
Usuarios de IA en el mundo
Pero la fuerza de la IA es oceánica, como una dana tecnológica sin freno y con infinitos tentáculos que se desparraman por todos los ámbitos, tanto empresariales, como sociales o personales. Cerca de 1.700 millones de personas la han usado alguna vez en el mundo, y 600 millones lo hacen a diario, según estimaciones de Menlo Ventures. En España, el 20% de las empresas las utilizan en sus procesos de negocio. Estas cifras de por sí relevantes, dentro de un año seguro que resultan exiguas.
Luego ya está el debate social de si es buena o mala la IA, un debate que ha quedado sofocado o al menos eclipsado por el ruido y fanfarria de los espectaculares avances de OpenAI, Google, Antrophic, Grok o Meta. Pero creo que no es bueno obviarlo, porque de la aplicación correcta o incorrecta de la IA dependerá el futuro de los negocios y de las sociedades
Inteligencia artificial a debate
Uno de los principales dilemas es cómo garantizar que la IA actúe conforme a valores humanos. Se cuestiona quién debe ser responsable cuando una IA toma decisiones erróneas o sesgadas, especialmente en ámbitos sensibles como la sanidad, la justicia o la contratación laboral. Se exige transparencia y explicabilidad en los algoritmos, para evitar la llamada “caja negra” que impide entender cómo una IA llega a una conclusión. Por suerte en Europa contamos con una Ley de IA que se aplica en toda la Unión y que vigilará contra su uso espurio.
La automatización impulsada por la IA amenaza con redefinir el trabajo tal como lo conocemos. Aunque puede aumentar la productividad y liberar a los humanos de tareas repetitivas, también plantea riesgos de desempleo estructural en sectores donde las máquinas sustituyen a las personas. De ahí surge el debate sobre la formación y el reciclaje profesional, o incluso sobre la necesidad de rentas básicas en el futuro.
Datos y privacidad
La IA se alimenta de datos, y ese es su talón de Aquiles. El uso masivo de información personal ha reavivado las preocupaciones sobre la vigilancia, el consentimiento y la protección de la privacidad. Los sistemas de reconocimiento facial, los modelos de IA generativa y las herramientas predictivas plantean preguntas sobre los límites del control estatal o corporativo.
Poder, regulación y geopolítica
La IA es también un campo de batalla geopolítico. Estados Unidos, China y la Unión Europea compiten por liderar su desarrollo y fijar los estándares éticos y legales globales. Mientras la UE apuesta por una regulación garantista (la AI Act), otros países priorizan la innovación. El debate gira en torno a cómo conciliar la libertad tecnológica con la protección del ciudadano.
Sentido humano y futuro existencial
Por último, surge un debate más filosófico: ¿hasta qué punto puede o debe una IA reproducir la inteligencia y la creatividad humanas? Figuras como Elon Musk o Sam Altman alertan sobre riesgos existenciales si se pierde el control de sistemas superinteligentes. Otros, sin embargo, defienden una visión más optimista: la IA no sustituirá al ser humano, sino que ampliará sus capacidades, si se usa con criterio.









