Hace cuatro años que acuñé el término Web 3.0. En ese momento estaba claro para mí: Ethereum – la plataforma que cofundé – permitiría a la gente interactuar a través de un beneficio mutuo sin la necesidad de confiar el uno en el otro. Con tecnologías para el envío de mensajes y la publicación de datos, esperábamos construir una web igualitaria que permitiera hacer todo lo que se puede hacer ahora, excluyendo eso sí servidores o autoridades que gestionen el flujo de información.
Hoy en día, con componentes clave que siguen faltando o son disfuncionales, con una escalabilidad que sigue siendo deficiente y con muchos proyectos que sufren problemas de compatibilidad, no siempre resulta fácil ver la luz al final del túnel. Los puntos clave no han cambiado desde entonces: la centralización no es sostenible a largo plazo.
¿Qué es exactamente lo que falla en la web hoy en día? En resumen, es como un bebé grande. Ha envejecido sin crecer. Pese a tener la capacidad de conectar a los rincones más alejados del planeta a través de una red de comunicación de paquetes y una plataforma de hipertexto, lo que supone un hito increíble, la web se ha corrompido por su propio éxito.
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Repaso histórico
Si retrocedemos a los 90, Internet era un lugar muy diferente. Google todavía era un dominio .org, el software de código abierto era calificado como un ‘cáncer’ por Steve Ballmer, ex CEO de Microsoft y términos como ‘superautopista de información’ o ‘adicto a Internet’ comenzaban a consagrarse. La gente todavía manejaba sus propios sitios web y servidores de correo electrónico, y la neutralidad en la red era algo que los pescadores discutían a la hora de comprar barcos de arrastre. El tejido de Internet aún no se había deformado por la mala praxis de la sociedad. Todavía era bastante básico y empoderado, lo que reflejaba sus raíces académicas y de aficionados.
En los 20 años siguientes, la World Wide Web cambiaría la naturaleza de la sociedad. Sin embargo, la arquitectura técnica básica de Internet no ofrecía ninguna protección contra los cambios que se producían en la otra dirección.
Internet está roto por su propio diseño, vemos cómo la riqueza, el poder y la influencia se ponen en manos de los codiciosos, los megalómanos o los simples malintencionados
La tecnología suele reflejar su propio pasado. Actúa en línea con el paradigma anterior, solo que de una forma más rápida, más dura, mejor o más fuerte que antes. Cuando la economía global pasó a ser administrada de forma online, reprodujimos las mismas estructuras sociales que teníamos antes.
Hoy en día, Internet está roto por su propio diseño. Vemos cómo la riqueza, el poder y la influencia se ponen en manos de los codiciosos, los megalómanos o los simples malintencionados. Los mercados, las instituciones y las relaciones de confianza se han trasladado a esta nueva plataforma, con la densidad, el poder y los titulares cambiados, pero con la misma dinámica de siempre.
Un ejemplo práctico, ¿cómo pagamos las cosas online? En la Web 2.0 no estás facultado para hacer pagos en sí. En realidad, debes contactar con tu entidad bancaria para que lo haga en tu nombre. No se confía en ti para hacer algo tan inocuo como pagar la factura del agua. Se te trata como a un niño que apela a un padre para esta acción. Si quieres ponerte en contacto con un amigo en Internet, es probable que tengas que recurrir a Facebook u otra red social para que transmita tu mensaje.
Los magnates que dirigen estos servicios (a menudo claves para nuestras vidas y trabajos) no tienen malas intenciones, pero tampoco actúan con benevolencia o una suerte de principios. Ganan dinero a costa de nuestra fidelidad, alimentando nuestra información y cortándonos el grifo cuando es conveniente.
A menos que pongamos en marcha protocolos de software abierto, nuestra sociedad, cada vez más digital, seguirá estando en riesgo por parte de ‘autoridades’ maliciosas
La mayoría de nosotros no tememos la intrusión del Gobierno o de las empresas en nuestras vidas, pero hay casos bien documentados en los que sus intereses no están alineados con los nuestros. Fijaos en Wikileaks. En 2010, un conjunto de periodistas respetados publica una información con un gran interés mediático que es cortada por lo sano por instituciones financieras como PayPal y Visa sin ningún fundamento legal. Si querías efectuar una donación perfectamente legal a Wikileaks, efectivamente no podías.
Con tantos datos siendo canalizados a través de tan pocos cables, la incómoda verdad es que, a menos que pongamos en marcha protocolos de software abierto, nuestra sociedad, cada vez más digital, seguirá estando en riesgo por parte de ‘autoridades’ maliciosas. Los que desean proteger el orden mundial pacífico y liberal de la posguerra deben darse cuenta: nuestra actual arquitectura digital magnificará los males de la sociedad, no los limitará.
La Web 3.0 es un conjunto inclusivo de protocolos que proporcionan bloques de construcción para los creadores de aplicaciones. Estos bloques de construcción ocupan el lugar de las tecnologías web tradicionales como HTTP, AJAX y MySQL, pero presentan una forma totalmente nueva de crear estas aplicaciones. Estas tecnologías ofrecen al usuario garantías sólidas y verificables sobre la información que recibe, la que cede y lo que paga y recibe a cambio. Al dar a los usuarios la posibilidad de actuar por sí mismos en mercados con pocas barreras, podemos garantizar que la censura y la monopolización tengan menos lugares donde esconderse. Hay que considerar a la Web 3.0 como una Carta Magna ejecutable: “el fundamento de la libertad del individuo frente a la autoridad arbitraria del déspota”.
¿Cómo será la adopción de la Web 3.0?
La adopción de la Web 3.0 no será ni rápida ni limpia. Con los intereses arraigados que controlan gran parte de nuestro estilo de vida digital, y los intereses a menudo alineados entre los legisladores, los Gobiernos y los monopolios tecnológicos, algunas jurisdicciones pueden incluso intentar hacer que los componentes de la nueva web sean ilegales. Rusia ya ha prohibido el bitcoin y el Reino Unido ha expresado su deseo de prohibir la criptografía.
La adopción de la Web 3.0 no será ni rápida ni limpia
Si la sociedad no adopta los principios de la Web 3.0 para su plataforma digital, corre el riesgo de seguir corrompiéndose y acabar fracasando, al igual que los sistemas feudales medievales y el comunismo de estilo soviético demostraron ser insostenibles en un mundo de democracias modernas. Algunos aspectos de este nuevo sistema, como el bitcoin o el Sistema de Archivos Interplanetarios, ganarán primero tracción ‘bajo el radar’ en las salas de servidores. A medida que la tecnología madure y las empresas tradicionales frenen inevitablemente su innovación y traten sus productos como vacas lecheras, las ventajas de la Web 3.0 aumentarán. No será posible prohibir la Web 3.0, como no lo fue para las ciudades y países prohibir Uber, Airbnb y Wikipedia.
Desde el punto de vista del usuario, la Web 3.0 apenas se diferenciará de la Web 2.0, al menos al principio. Veremos las mismas tecnologías de visualización: HTML5, CSS, etc. En el backend, tecnologías como Polkadot conectarán diferentes hilos tecnológicos en una sola economía y ‘movimiento’.
Navegadores, las nuevas carteras
Usaremos navegadores web, pero podrían llamarse ‘carteras’ o ‘almacenes de claves’. Los navegadores representarán los activos y la identidad de una persona en línea, permitiéndonos pagar por algo, o demostrar quiénes somos, sin necesidad de recurrir a un banco o a un servicio de identidad. Seguirá habiendo espacio para las partes de confianza, las compañías de seguros, los servicios de copia de seguridad, etc. Sin embargo, sus tareas se mercantilizarán y su actividad será verificable. Cuando estos proveedores de servicios se vean obligados a competir en un mercado global, abierto y transparente, los usuarios de la web se verán liberados de los precios abusivos y la búsqueda de beneficio.
La Web 3.0 generará una nueva economía digital global, creando nuevos modelos de negocio, acabando con los monopolios de plataformas como Google o Facebook
La Web 3.0 generará una nueva economía digital global, creando nuevos modelos de negocio y mercados que los acompañen, acabando con los monopolios de plataformas como Google o Facebook, y dando lugar a grandes niveles de innovación ascendente. Los ataques gubernamentales a nuestra privacidad y libertad, como el rastreo generalizado de datos, la censura y la propaganda, serán más difíciles.
No hay duda en que no podemos predecir los primeros casos de éxito de esta nueva plataforma ni cuándo podrían aparecer, al igual que ocurrió con el desarrollo de Internet antes. El plazo podría medirse en décadas y no en meses, sin embargo, cuando surja la Web 3.0, esta dará un nuevo significado a la Era Digital que conocemos.