Factores necesarios para el despegue de las aplicaciones móviles

Sandra Sieber, profesora del IESE.

Publicado el 02 Mar 2006

No hay duda de que las tecnologías móviles han transformado nuestra vida. De hecho, hoy en día, son pocos los que se atreven a salir de casa sin su teléfono móvil, y estar localizables (y poder localizar) se ha convertido de hecho en una necesidad fundamental en el ámbito tanto personal como profesional.

Pero mientras la comunicación de voz se ha desplegado a un ritmo vertiginoso, la transmisión de datos se está adoptando a un ritmo inferior. Si bien durante el último año las soluciones móviles de correo electrónico ya han encontrado una gran aceptación entre los profesionales, aún está por llegar la popularización de aplicaciones que mueven datos e información, bien dentro de la empresa -a nivel por ejemplo de fuerza de ventas o de empleados de campo-, bien entre las empresa y sus clientes o proveedores. De este modo, en Estados Unidos, alrededor de la mitad de las grandes empresas habían adoptado aplicaciones móviles de correo electrónico o adquirieron una Blackberry en la primera mitad de 2005, según estimaciones de Forrester. Sin embargo, no se llega ni de lejos a estos niveles con aplicaciones más sofisticadas, cuando éstas en principio tienen impactos más claros sobre los costes y la productividad de las empresas.

Para entender esta paradoja, es útil pensar en términos generales, entendiendo que existen una serie de factores que llevan a que una innovación sea adoptada por el mercado: presentar una ventaja económica demostrable, desarrollar un ecosistema, ser consistente con intereses colindantes y vencer las resistencias internas al cambio.

En el caso de la tecnología móvil, las ventajas económicas parecen evidentes, ya que permite que el acceso a información de forma instantánea, en el lugar y el momento preciso. Ello facilita y simplifica el contacto con empleados, activos, productos y clientes dispersos. De esta manera, se pueden lograr incrementos de la productividad, mejoras de la planificación de procesos y la reducción de los costes indirectos y de transporte. Sin olvidar los beneficios no cuantificables, tales como la mejora del servicio, la satisfacción del empleado y del cliente o la imagen.

En segundo lugar, la adopción de innovaciones requiere la creación de un ecosistema, es decir, un entorno estable y seguro y con condiciones que favorecen el desarrollo de productos nuevos. En el caso de las aplicaciones móviles, este ecosistema debería estar integrado por redes con cobertura y fiabilidad adecuadas; un mercado de terminales funcionales que no se queden obsoletos por decisiones del operador, del fabricante, o del proveedor de software; proveedores capaces de garantizar una oferta fluida de servicios y con una reputación de solvencia tecnológica; y profesionales de los departamentos de Sistemas de la Información que sepan manejar las soluciones escogidas por la empresa. De esta manera, el inversor sabrá que la tecnología es estable y su inversión segura. Aunque en general se puede decir que estas condiciones se dan, sí cabe señalar la existencia de algunos factores desestabilizadores, como la batalla de estándares para el desarrollo de aplicaciones con los diferentes actores de la industria pugnando por el triunfo, entre otras plataformas, de JAVA, BREW o .net, lo que no ayuda a crear el clima de confianza que los adoptadores de aplicaciones móviles necesitan.

Por otra parte, los desarrollos de la innovación deben ser consistentes con los intereses colindantes. En un principio, podríamos decir que tanto fabricantes como operadores están muy interesados en el despliegue de aplicaciones móviles. Sin embargo, en cierta medida algunos operadores contribuyen a crear dudas adicionales con acciones como la promoción de soluciones WiFi mientras predicen la inminencia de la llegada de WiMax y sus bondades.

Por último, para que las aplicaciones móviles arraiguen en las empresas es necesario que se tengan en cuenta posibles resistencias al cambio. En muchos casos la implantación de nuevas aplicaciones implican que las personas modifiquen sus hábitos de trabajo y adopten nuevas maneras de hacer. Por ello, como en toda implantación de una nueva tecnología, es necesario involucrar a los miembros de la organización desde su planificación y diseño hasta su despliegue definitivo. Ello pasa por un trabajo conjunto para la identificación de oportunidades y mejoras, una comunicación e información detallada y constante de los progresos a los empleados, así como el establecimiento de mecanismos de motivación y recompensa que aseguren una coherencia organizativa. De este modo se tienen en cuenta adecuadamente los aspectos humanos, tanto individuales como de grupo, que implica cualquier adopción de innovaciones.

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Redacción Computing

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